El pueblo venezolano espera lo mejor del nuevo año; el gobierno, solo que sea menos malo que el 2010.
La pasada noche del 31 de diciembre, es la quinta que paso fuera de mi país. De todas las anteriores, recuerdo claramente como fue la primera: En mi mente están aún claras las conversaciones telefónicas que tuve esa noche saludando a mis familiares y amigos, las personas que se encontraban en el lugar donde recibí el año 2006, el frío que hacía en ese momento, en fin, casi todo. Los siguientes fines de año se confunden en mi mente y dejaron de ser una fecha de fácil recordación, para convertirse en una noche cualquiera, donde el primero de enero es solo un día donde la gran mayoría de los negocios de Miami se encuentran cerrados y a menos que quiera uno recorrer calles vacías, la mejor opción es quedarse en su casa.
La de anoche no fue la excepción a la regla de los últimos cuatro años. No obstante, a pesar que los detalles de cada noche de año nuevo se diluyen y pasan a formar de la cotidianidad, este 31 de diciembre del 2010 tiene algo de especial y ese algo tiene que ver con la esperanza. Tengo la certeza que el año 2011 va a ser la antesala de los acontecimientos que pondrán a los venezolanos al frente de su destino.
Pienso además que la misma percepción la tiene la gran mayoría de los venezolanos preocupados por nuestro país. Cada quien en su respectivo nivel socioeconómico, mientras celebraba su noche de Año Nuevo con comida, licor y pólvora, hacía votos para que el nuevo año le trajera algún alivio, tal vez económico, a su situación y sobre todo paz, seguridad personal y algo de felicidad. Las familias de unas 17.000 personas, es decir, unos 68.000 familiares, que durante el 2010 debieron enterrar a sus seres queridos luego de violentos fallecimientos, tal vez no se sumaron a la euforia de la noche de año nuevo y seguramente ya no esperan nada del futuro.
Por su parte, quienes viven del gobierno a expensas de sus misiones, seguramente pasaron la festiva fecha bajo la angustia que seguramente les produce el ver al capitán de su barco, dirigirlo sin intención alguna de corregir el rumbo, hacia el desastre. La sensación de que en un futuro muy cercano se verán abandonados y sin las migajas que caen de la mesa de la revolución les atenaza el alma y los llena de temor e incertidumbre. Para ellos el 2011 es una silueta borrosa que no termina de llegar y preferirían pensar en el 2021 que el líder no ha vuelto a repetir desde hace algún tiempo.
Los oligarcas que la revolución busca en la oposición, pero que realmente viven en su rojo seno, podrían ser los más preocupados en la noche de año nuevo. Su grado de preocupación sería directamente proporcional a las riquezas que ostentan e inversamente proporcional a la licitud de sus negocios. Del porvenir inmediato en el 2011 dependerían los márgenes de sus negociaciones y de la vida que le resta a su revolución dependería la salud de su negocio.
Por último, para el gobierno, el deseo de año nuevo, es que el 2011 sea menos malo que el 2010, pero como lo dijo el mal llamado líder de la revolución en un Aló Presidente que recuerdo, “deseos no empreñan”. El país ha tomado un camino y es el que le ha deparado la “Revolución del Siglo XXI” y ese camino tiene un fin, como todos los caminos de la tierra. El fin de la revolución en el caso de Hugo Chávez es el fracaso y la desilusión de quienes se atrevieron a creer en él y a confiar sus respectivos destinos en las manos de un estafador de ilusiones.
No hay que ser prestidigitador para saber, que ante el objetivo para ambas partes del conflicto creado en Venezuela por el imitador de Dictador instalado en el palacio de Miraflores, como lo es el proceso electoral del 2012, se extiende un abismo cronológico de dos años, los cuales van a ser muy duros para todos los venezolanos, solo que “las partes en conflicto” se encuentran en pendientes diferentes; mientras la oposición va en crecimiento, el proyecto del gobierno va en una merma lenta pero constante. Como lo dije hace un tiempo, el témpano chavista está derritiéndose poco a poco. De acuerdo a como lo venía haciendo en el año 2008, su expectativa de vida daba para más allá de 4 años, pero el último año, además de ser adverso por razones exógenas al gobierno, por razones dependientes exclusivamente de la toma de malas decisiones por parte del Presidemente, se convirtió en un calvario que no termina el 31 de diciembre del 2010, sino que continua a partir del 1 de enero del 2011.
La pasada noche del 31 de diciembre, es la quinta que paso fuera de mi país. De todas las anteriores, recuerdo claramente como fue la primera: En mi mente están aún claras las conversaciones telefónicas que tuve esa noche saludando a mis familiares y amigos, las personas que se encontraban en el lugar donde recibí el año 2006, el frío que hacía en ese momento, en fin, casi todo. Los siguientes fines de año se confunden en mi mente y dejaron de ser una fecha de fácil recordación, para convertirse en una noche cualquiera, donde el primero de enero es solo un día donde la gran mayoría de los negocios de Miami se encuentran cerrados y a menos que quiera uno recorrer calles vacías, la mejor opción es quedarse en su casa.
La de anoche no fue la excepción a la regla de los últimos cuatro años. No obstante, a pesar que los detalles de cada noche de año nuevo se diluyen y pasan a formar de la cotidianidad, este 31 de diciembre del 2010 tiene algo de especial y ese algo tiene que ver con la esperanza. Tengo la certeza que el año 2011 va a ser la antesala de los acontecimientos que pondrán a los venezolanos al frente de su destino.
Pienso además que la misma percepción la tiene la gran mayoría de los venezolanos preocupados por nuestro país. Cada quien en su respectivo nivel socioeconómico, mientras celebraba su noche de Año Nuevo con comida, licor y pólvora, hacía votos para que el nuevo año le trajera algún alivio, tal vez económico, a su situación y sobre todo paz, seguridad personal y algo de felicidad. Las familias de unas 17.000 personas, es decir, unos 68.000 familiares, que durante el 2010 debieron enterrar a sus seres queridos luego de violentos fallecimientos, tal vez no se sumaron a la euforia de la noche de año nuevo y seguramente ya no esperan nada del futuro.
Por su parte, quienes viven del gobierno a expensas de sus misiones, seguramente pasaron la festiva fecha bajo la angustia que seguramente les produce el ver al capitán de su barco, dirigirlo sin intención alguna de corregir el rumbo, hacia el desastre. La sensación de que en un futuro muy cercano se verán abandonados y sin las migajas que caen de la mesa de la revolución les atenaza el alma y los llena de temor e incertidumbre. Para ellos el 2011 es una silueta borrosa que no termina de llegar y preferirían pensar en el 2021 que el líder no ha vuelto a repetir desde hace algún tiempo.
Los oligarcas que la revolución busca en la oposición, pero que realmente viven en su rojo seno, podrían ser los más preocupados en la noche de año nuevo. Su grado de preocupación sería directamente proporcional a las riquezas que ostentan e inversamente proporcional a la licitud de sus negocios. Del porvenir inmediato en el 2011 dependerían los márgenes de sus negociaciones y de la vida que le resta a su revolución dependería la salud de su negocio.
Por último, para el gobierno, el deseo de año nuevo, es que el 2011 sea menos malo que el 2010, pero como lo dijo el mal llamado líder de la revolución en un Aló Presidente que recuerdo, “deseos no empreñan”. El país ha tomado un camino y es el que le ha deparado la “Revolución del Siglo XXI” y ese camino tiene un fin, como todos los caminos de la tierra. El fin de la revolución en el caso de Hugo Chávez es el fracaso y la desilusión de quienes se atrevieron a creer en él y a confiar sus respectivos destinos en las manos de un estafador de ilusiones.
No hay que ser prestidigitador para saber, que ante el objetivo para ambas partes del conflicto creado en Venezuela por el imitador de Dictador instalado en el palacio de Miraflores, como lo es el proceso electoral del 2012, se extiende un abismo cronológico de dos años, los cuales van a ser muy duros para todos los venezolanos, solo que “las partes en conflicto” se encuentran en pendientes diferentes; mientras la oposición va en crecimiento, el proyecto del gobierno va en una merma lenta pero constante. Como lo dije hace un tiempo, el témpano chavista está derritiéndose poco a poco. De acuerdo a como lo venía haciendo en el año 2008, su expectativa de vida daba para más allá de 4 años, pero el último año, además de ser adverso por razones exógenas al gobierno, por razones dependientes exclusivamente de la toma de malas decisiones por parte del Presidemente, se convirtió en un calvario que no termina el 31 de diciembre del 2010, sino que continua a partir del 1 de enero del 2011.