domingo, 2 de octubre de 2011

“La fe mueve montañas”

No se cuando lo escuché, pero desde siempre lo tengo grabado en mi mente, pero también aprendí que no es suficiente.

Cuando era niño y no tenía nada que ofrecer en la construcción de mi propio futuro, en muchas oportunidades me lanzaba en brazos de la fantasía y me veía como un piloto de combate, imagínense, de la segunda guerra mundial. En otras oportunidades, soñaba despierto con la satisfacción de las carencias económicas de mi familia e inclusive, se hacía recurrente en mi mente la imagen de una casita aislada, con un manantial cercano y con rayos de sol mañaneros entrando por las copas de los árboles. Es extraño, pero nunca soñé con que salvaba al mundo o me imaginé que podría llegar a ser Superman, Batman o cualquiera de los superhéroes de las revistas de “comiquitas” que cada domingo cambiaba, compraba o vendía antes de entrar al Cinelandia de Táriba. Al crecer y recibir la influencia de mis padres y abuelos, sin dejar que tuviera el control y como un complemento, incorporé a la fe como uno de los compañeros de viaje en mi vida y dejé soñar, para luego introducirme en el mundo de la realidad y a tomar responsabilidades.

Vi vida no vale la pena contarla, pero si brevemente, el rol que jugó la fe, mi fe, en todos los logros que puede alcanzar, gracias a que para mí ella no provenía del mundo exterior ni de otro sitio que no fuera la real valoración de mis capacidades. Como resultado de mi confianza en mi mismo, ingresé a una Escuela Militar, me gradué en el primer lugar como subteniente y llegué a ser el primer general de de mi promoción, justo en el año 1999. Yo “tenía fe”en que iba a ascender a General y en el primer lugar, si y solo si, el Presidente de la República, cualquiera que fuera, no estaba dominado por el sistema establecido en nuestro país, cuyo poder en el mundo militar estaba determinado por la politización de las Fuerzas Armadas. De lo contrario, por “mucha fe” que tuviera, mi destino profesional estaba escrito desde que comencé a ser un estorbo para los traficantes de influencias y los bandidos que se enriquecían a expensas de las Fuerzas Armadas.

Ocurrió lo que mis expectativas me indicaban, pero juro, que de saber que la llegada de Hugo Chávez al poder, aun cuando fue el elemento que temporalmente reforzó mi fe en la institucionalidad, hubiese preferido que por representar el mal menor para mi Patria, en el país siguiera mandando el bandidaje político y que en el seno de mi institución, la Guardia Nacional “negra” triunfara sobre la “dorada”. Ascendí a General de Brigada y lo demás es cuento.

Así como en lo personal todos hemos sido tocados por la circunstancia en que depositamos nuestra esperanza en en el soporte de la fe, igual ocurre precisamente ahora, a la persona responsable por el abatimiento que sufren los venezolanos. Aquejado de una enfermedad que le parece una pesadilla padecer, hace gala de una “fe inquebrantable”, producto de su propio mesianismo y de una conducta divorciada de las reglas o normas que para él no parecen existir.

Este ateo convertido en católico por temor al castigo divino, pretende que al igual que las instituciones públicas de las que se ha apoderado, lo obedezcan las reglas de la economía y las del mercado, hoy se esfuerza por que lo obedezca la naturaleza y que por su propio deseo, la medicina logre en él efectos superiores a los que podría lograr en otros seres humanos.

Su fe en los resultados de un coctel de prácticas médicas, religiosas, domésticas, mágicas y hasta satánicas, son los que le alientan a tratar de engañar a la comunidad nacional e internacional sobre su estado. La poca imaginación de sus asesores, lo levantaron de su lecho para tratar de acallar una publicación de El Nuevo Herald, mostrando al mundo su milagrosa recuperación, la cual le permitió mostrarse en un “entrenamiento deportivo” de unos 10 minutos en un estacionamiento en vez de una cancha, donde logró la hazaña de lanzar una pelota como un niño de 5 años e incluso demostrar, que después de jugar beisbol por más de 30 años, si se le podía caer del guante una pelota suavemente devuelta por su partner de entrenamiento.

Estará consciente el personaje al cual me refiero, que su forma tan particular de confiar en la ocurrencia de un milagro se contradice con su postura pública de “deseos no empreñan”? Seguramente su forma particular de interpretar el mundo exterior le estará indicando que lo aplicable a la humanidad entera no cuenta para él y que en consecuencia, su fe en que va a “salvar al mundo” es la garantía de que va a sobrevivir para hacerlo. Este hombre no cuenta con que sus peticiones a la medicina, la iglesia, el cosmos y las demás instancias celestiales y esotéricas, no serán satisfechas si sus valor intrínseco no las hace viables y que su maltrecho organismo llegó a ese extremo , sencillamente porque estaba mal construido o mal cuidado.

Su fe en que desde el mas allá se le tendería una mano para cumplir sus obscuros deseos lo llevó a traspasar fronteras que ningún venezolano a osado transponer, al profanar la histórica tumba del Prócer de la Patria y al obligar a una nación entera a enarbolar el lema de la muerte a cada instante.

Defintivamente, como decía un personaje de la Radio Rochela, “la fe mueve montañas, pero hay que pagar” y eso es lo que hasta ahora Hugo Chávez a hecho con el dinero de los venezolanos, solo que se está quedando sin dinero y sin salud. Solo le queda su fe, alimentada por supersticiones y el inmenso terror que le tiene a la muerte.