Su pupilo Rafael Correa consumó su propio “golpe de Estado” a la carta.
Cuando las noticias hablaban de un intento de rebelión en Ecuador contra Rafael Correa, de inmediato sentí pena por ese país, por los amantes de la Democracia y por mis amigos ecuatorianos. El recuerdo del maltrato internacional hacia el pueblo hondureño, el show montado a las carreras por los socialistas del siglo XXI, especie de comunismo cubano rico y a lo venezolano, con la finalidad utilizar los sucesos como una forma de atornillar a su bandido asalariado en el poder y el bochorno de una OEA que parecía escuchar de solo una parte, por cierto, la de los causantes de lo que acontecía, nuevamente acaparó mi atención y me hizo sentir como si los hechos estuvieran ocurriendo en mi propio país.
Lo que me causaba tal estado de ánimo, no era la suerte de Correa, ni la vulneración del estatus Democrático del país, no. Desde un principio sabía que Correa iba a estar bien y que la maltrecha Democracia, pero Democracia al fin, no estaba en peligro, lo que estaba en peligro era La Patria, esa por la que nuestros libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre arriesgaron sus vidas junto a miles de sudamericanos. Hace dos días que Ecuador estuvo a punto de perderse definitivamente, si a la lucha salarial se hubiese anexado el rescate de la institucionalidad democrática y la soberanía del Ecuador por la vía incorrecta, fin que buscaba por la vía de la incitación su insensato Presidente.
Conocedor como soy, de las sucias tretas de chavismo venezolano y del guión creado y realizado en Cuba para las Américas, con la lectura de los primeros informes de prensa algo se hizo evidente y en lo sucesivo, paso a paso y evento a evento, continuó confirmándose. La canalla yunta, Hugo Chávez y Rafael Correa habían determinado que era hora de una purga en Ecuador para alzarse definitivamente con el destino de su pueblo.
Pienso que con la ligereza que les da el poder y su ignorancia, la salida era sencilla y con poco riesgo para Correa: Ante la primera conmoción pública y más aún, ante una protesta en el fondo provocada por medidas económicas que afectarían la estabilidad personal y familiar de los uniformados policiales, atizada por un “no” rotundo al dialogo, la mesa quedaría servida para un golpe de Estado “a la carta”.
Fiel a las instrucciones de su patrón y exactamente como Hugo Chávez se apresuró a presentarse en la Comandancia del Ejército en Caracas, Correa corrió hacia el lugar donde quedara más expuesto ante los manifestantes, seguido desde un principio (muy importante recalcarlo) por la cadena de televisión Telesur, la cual no perdió detalle de su “valiente” reto a que lo asesinaran, con lo cual pretendía marcar a simples manifestantes como peligrosos insurrectos.
Tal como se presentaron los hechos el 11 de Abril en Caracas, que extraño que los villanos eran policías. En Caracas la Policía Metropolitana y en Ecuador la Policía Nacional; como es lógico, luego vendrá el trágico show de las condenas por las muertes a la versión ecuatoriana de los Comisarios Vivas, Forero y Simonovis y por que no, contra algunos de sus subalternos.
En la seguridad del hospital, donde el grupo de acciones especiales de la policía lo custodiaba, solo era cuestión de dejar pasar algún tiempo para que la tensión fuera subiendo y para que internacionalmente se hiciera el mayor escándalo posible, tal como le ocurrió a su tutor durante su permanencia en la isla de La Orchila.
Un canciller igualmente irresponsable y otros funcionarios de Correa, imitando a los funcionarios chavistas el 11 de abril que llamaron “al pueblo” a defender la revolución con palos, piedras y cuchillos, aupaba a la población desarmada para que marcharan hasta el hospital de la policía a rescatar al Presidente, porque según el, para poner más presión sobre la multitud, la gente se estaba “metiendo por los techos para atentar contra la integridad del Presidente”.
Luego vino el aparatoso rescate, en el cual como era lógico, la irresponsable maniobra del presunto secuestrado tendría que dejar una marca sangrienta, para que la corrida o la faena taurina resultara un éxito rotundo, si no, como se explica que a la salida del hospital en camionetas blindadas, se ordenara que miembros del ejército o de la policía corrieran al lado de los vehículos, donde cualquier exaltado podría hacer uso de su arma de fuego contra ellos. Esa orden fue criminal e indicativo de que tenían la certeza de que contra ellos se dispararía... Pero realmente, dispararon los policías ó francotiradores al estilo Puente Llaguno.
Es allí donde cabe preguntarse, por que el ejército no aseguró el lugar y en vez de realizar una extracción, tomó todas las instalaciones del hospital y desde allí organizó una defensa en torno al Presidente y sobre todo, por que esperó tanto. Por que no realizó la operación antes, cuando a la luz del día podían disuadir con su poderío a simples agentes que solo andaban tras una justa reivindicación salarial.
Desde ya anticipo, que sobre la operación de “recate de Correa” se sabrán muchas cosas en el futuro. Ahora, vendrán las recompensas y los castigos. Comenzarán a aparecer implicados en el presunto Golpe de Estado. Me imagino que los más convenientes, aquellos a los que el irresponsable Presidente del Ecuador quiera señalar con la finalidad de apartarlos definirtivamente de su camino y uno que otro inocente de relleno, tal como los que corrieron a su lado, protegiendo con sus mortales cuerpos a unos vehículos blindados, que por cierto, de donde saldrían? Habrían sido blindados o adquiridos blindados hace poco tiempo? Será que fueron adquiridos para debutar en la operación rescate? La experiencia venezolana nos ha enseñado durante casi 12 años, que todo puede ser.
El tiempo dirá la verdad. Afortunadamente, esta vez no asomaron la cabeza los verdaderos defensores de Ecuador. Afortunadamente, el pueblo no fue sacrificado como se asesinó vilmente a los mártires de puente Llaguno en abril del 2002. Las manos de Fidel y de Hugo se advierten en el caso de Ecuador por aquello de la doble ganancia: O se conducía el descontento hacia un golpe de Estado, con la garantía de que la comunidad internacional repondría a Correa en el la suprema dirección del país, pero con más poder y de no resultar así, se allanaría el camino para la disolución del Congreso y el llamado a nuevas elecciones generales, contando con un presunto balance a favor de Correa como producto de su manipulación de la situación.