No solamente es el gobierno quien la apoya, sino que muchos venezolanos en la frontera y lejos de ella, se hacen la vista gorda ante el problema.
Antes de que Hugo Chávez se constituyera en la pesadilla de la mayoría de los venezolanos, el problema de la guerrilla en la zona fronteriza ya existía. En aquellos años, los guerrilleros atacaban nuestras instalaciones militares o a nuestros hombres y luego huían hacia Colombia, razón por la cual los militares abogábamos por la aplicación de la “Persecución en caliente”, que no era más que un mecanismo para continuar la persecución de los forajidos más allá de la línea fronteriza en el momento de la contraofensiva ante alguno de sus ataques.
Nuestro pedimento nunca fue aceptado por Colombia y como consecuencia, una vez detenida la persecución de grupos guerrilleros ante la línea fronteriza definida por un río o accidente topográfico relevante, nuestras fuerzas a menudo recibían burlas y ofensas desde el otro lado de la línea imaginaria. En aquellos solitarios parajes fronterizos, el ruido de los disparos daba paso a los gritos de los guerrilleros colombianos insultando y burlándose de los “venecos”, cuando aún estaban tibios los cuerpos de nuestros compañeros asesinados por la guerrilla.
Hasta ese momento, el problema era solo de los militares y en especial de la Guardia Nacional, componente militar que desde sus inicios como institución, hizo presencia en nuestra zona fronteriza con Colombia. Posteriormente, se asignaron nuevas unidades del Ejército y de la Armada, quienes sufrieron en carne propia las consecuencias de la avanzada guerrillera en nuestro país, tal como el triste hecho del ataque del ELN al puesto fluvial de Cararabo en el Estado Apure.
En agosto del año 1997, quedo evidenciada la activa presencia y el arraigamiento de la guerrilla colombiana en suelo venezolano, con el secuestro del Teniente de Navío Carlos Bastardo Iguaro en la población de Chorrosquero, en la parroquia Guasdualito, municipio Páez del estado Apure, acción en la que se vieron involucrados también algunos venezolanos pobladores de la zona, quienes apoyaban a la guerrilla por simpatía o por sus acciones intimidatorias. La historia de este tipo convivencia siguió replicándose en muchos lugares en la zona fronteriza.
Nuestra frontera se la repartieron las FARC y el ELN y frente a su presencia nuestras Fuerzas Armadas quedaron abandonadas por los Altos Mandos militares, más ocupados en sus negocios y en su lobby político en búsqueda de más ascensos y prebendas.
Como respuesta, se fueron constituyendo nexos de confraternidad, donde terciaba la población civil y en algunos casos pactos locales de no agresión entre los irregulares y nuestras unidades militares, donde inclusive, en algunos casos y bajo la responsabilidad de oficiales en grados superiores, se comenzaron a formalizar negocios como el de combustible, armas, municiones y drogas, que al mismo tiempo definieron sociedades criminales como creada en el año 1993 por el Teniente de la Guardia Nacional Francisco Javier León Paolini, quien participó en la toma de su propio puesto de comando en Buena Vista, del cual la guerrilla del ELN se llevó todo el armamento y equipo de comunicaciones.
En tal sentido, a lo largo de 18 años, desde 1970, la guerrilla se fue convirtiendo de enemigo y verdugo de las Fuerzas Armadas, en su aliado, situación propiciada por una parte por el empeño de los comandantes militares en convertir esas asignaciones en zonas de castigo para los “mala conducta” o contra sus enemigos y por la otra, por el evidente abandono oficial de la frontera y de las unidades militares allá acantonadas.
Tal vez este fue el cuadro que vio el actual Presidemente del país durante de su pasantía entre los años 1983 y 1986 en Elorza y el Arauca, destino que se le asignó cuando se detectó su tendencia subversiva, luego de que los servicios de inteligencia los vincularan con el movimiento comacate. No sería de extrañar, que entre las borracheras con cerveza que solía propinarse y de sus consuetudinarias citas con prostitutas colombianas, el Capitán del Ejército Hugo Chávez, no solo se dedicara a extender lazos de confraternidad con la guerrilla, sino que también hubiera hecho su “ventita” de combustible o de municiones a sus “panas” guerrilleros.
Una vez en el poder, a instancias de algunos de sus seguidores, entre los que se encontraba Ramón Rodríguez Chacín, decide comenzar a apoyar a la guerrilla desde el alto gobierno, primero sirviéndole de soporte estratégico, para convertirse después en su elemento de apoyo táctico más importante en el país. Por su parte, la vida en la frontera, sigue latiendo al ritmo que pauta la guerrilla y los venezolanos de cada zona ya se acostumbraron a convivir con ellos y más ahora “que son gobierno” como expresara un habitante de San Joaquín de Navay, quien tiene que pedirle permiso a los guerrilleros del Frente Domingo Laín del ELN para poder hacer cualquier tipo de fiesta con sus obreros en su propia finca y que una vez obtenido, debe comprometerse a alimentar y dar bebidas a los dos guerrilleros que se encargarán del mantenimiento del “Orden público” durante la reunión, a la que acude inclusive, el comandante de la unidad de la Guardia Nacional de “La Pedrera”.
Quienes no tienen a la guerrilla en el patio de su casa y por el contrario viven aparentemente lejos de su influencia en Caracas o cualquier ciudad del centro del país, lo hacen olvidando por completo que representa dicho fenómeno y no se preocupan ni por enterarse de los rostros de los más buscados. Están muy ocupados con la playa, las fiestas, días feriados y diversión, además de la inseguridad, las epidemias, el desabastecimiento y sobre todo los negocios, como para dedicar un segundo de su atención a las amenazas que desde varios países comienzan a avanzar sobre Venezuela.