domingo, 28 de noviembre de 2010

Algo muy grave debe estar ocurriendo en Venezuela.

Ha ocurrido todo el tiempo, pero ante la debacle actual del país, se rebela como una gran amenaza.

Pienso que para poder hacer un balance medianamente acertado de lo que está ocurriendo en Venezuela, es necesario que se cumpla con dos condiciones: La primera, tener experiencia; Y la segunda, ser imparcial. El contexto en el cual se debe hacer el análisis, debe ser en los ámbitos político, económico, social y militar. De inmediato, paso a explicarles, por qué, un domingo en la mañana, en vez de estar en la cama hasta el mediodía como lo hace casi todo el mundo en Miami, me lanzo a tratar de explicarles por que percibo, que en Venezuela, un hecho de extrema gravedad podría estar afectando a todos los venezolanos y en consecuencia se tornaría en una grave amenaza sobre el país.

Hoy en la mañana, mientras hacía una caminata de algunos kilómetros, dirigida más que a fortalecerme físicamente, tenía como propósito distender mi mente antes de entrar a una de esas semanas típicas del “Imperio”, donde si no se produce no se vive y no se come, realidad que por cierto no es la de muchos de mis compatriotas, a quienes la seducción del “mar de la felicidad” los está llevando poco a poco a coparticipar del destino cubano; estaba pensando en que podría estar ocurriendo en Venezuela, hoy, cuando la amenaza de deslaves se cierne sobre las cabezas de tantas familias humildes en todo el país, mientras que por otra parte, un deslave, más peligroso que el de lodo, palos y piedras va cubriendo el cielo del país, amenazando con caer sobre la humanidad de ricos y pobres, chavistas y no chavistas, corrupos y honestos, nacionales y extranjeros; sobre la cabeza de todos. Durante el recorrido de mi caminata, como siempre no desperdicié la oportunidad para telefonear a algunos de mis amigos, a los que logré conseguir despiertos a esa hora, y compartí con ellos mi inquietud del momento.

Les dije a mis amigos, que con estupor, veía que para los venezolanos su prioridad es la navidad, las vacaciones, el disfrute, la parranda, los estrenos de diciembre. No les niego que mientras caminaba solo por una vía desierta sentí una oleada de terror, pero no porque que detrás de un arbusto podría estar un malandro esperando para asaltarme, sino porque de repente sentí que estaba pensando como Hugo Chávez, tal como él lo ha manifestado en sus programas dominicales.

Como era posible, que una costumbre capitalista de los venezolanos me causara y preocupación y hasta ira? Un mecanismo de defensa saltó de inmediato desde lo profundo del torbellino de ideas que se comenzaron a generar. Lo que me preocupaba no era el hecho en si del disfrute de la navidad y sus actividades concatenadas a la celebración, sino la prioridad que mi pueblo le da al asunto, cuando de por medio, latentes calamidades se avecinan sobre el país en todos los órdenes.

Y por qué a los venezolanos, de acuerdo a mi pensamiento dominguero, no les estaría permitido lo que bulle a mi alrededor en la cuna del capitalismo? Por que no pueden ser felices por unos días en navidad como el resto del mundo? Pienso que por una sola razón: A la gente en el odiado “Imperio” de Chávez, no la acosan tantos problemas como a los venezolanos. En los cinco años que tengo viviendo en Miami, no he conocido a ninguna persona a quien hayan asaltado con una pistola, revolver, cuchillo, navaja o corta uñas, tampoco he conocido a nadie a quien a un familiar le haya ocurrido lo mismo. En cambio, durante estos cinco años, han sido asesinados en Venezuela no menos de 50 personas relacionadas con mi familia y amigos. Eso si a materia de seguridad personal nos referimos, porque si entramos en otras, este artículo no terminaría jamás.

Para colmo, ya en casa, mientras me dispongo a escribir, veo en internet una publicación sobre el programa del famoso extorsionador de la IV y la V República, José Vicente Rangel, en el cual la frase “Me preocupa que no se profundice en el análisis de lo que a diario ocurre, que vivamos prácticamente al día”, hizo que de inmediato llamara a los amigos con quienes había compartido mi temporal “chavismo dominical” durante mi caminata, para hacerles notar la similitud de inquietudes entre este delincuente y yo. Y pienso, que no deja de tener razón el malandro más viejo de Venezuela, quien lo ve desde el punto de vista de las elecciones. Comparto con él la misma percepción de que en las 11 alcaldías en disputa, los diputados recién electos deberían haberse repartido y deberían estar “pateando” las calles con los candidatos a alcaldes. En Guárico, todas las fuerzas de la oposición deberían estar trabajando para el candidato de la mesa de la unidad. Pero lo triste, es que tal trabajo no se está haciendo. Lo que no entiendo es por que le preocupa a Rangel, a no ser que en vista al abandono de los candidatos antichavistas por parte de la oposición, nos lleve directo a una victoria general de chavismo y a Rangel le convenga que la oposición destaque con una lucha inútil el triunfo que podría lograr el gobierno.

Decía al principio, que para poder decir que se tienen los elementos necesarios para determinar el problema, se debe tener experiencia y se debe ser imparcial: Y la condición “Sine qua non” es que se debe haber conocido el desempeño de los gobiernos venezolanos en los últimos 30 años y haber estado en el lado contrario de todos ellos, que no es otro que el de la institucionalidad, lo cual considero modestamente que es mi caso y mi tesoro.

La enfermedad de Venezuela es la misma y de vieja data. Se instaló sobre las ruinas que quedaron del país luego de la guerra de Independencia y continúa en el organismo de los venezolanos, siendo la que ha permitido que el chavismo llegue hasta donde ha llegado, pero que también, es la que ha evitado que termine de aniquilar al país. Me recuerda en cierta forma a la Venezuela de Cipriano Castro entre fines de 1902 y principios de 1903, cuando al éste negarse a pagar su deuda externa, el país sufrió un bloqueo de sus principales puertos, por parte de las marinas de guerra del Imperio Británico, el Imperio alemán y el Reino de Italia, y en el que los planes de invasión denunciados por Venezuela fueron descartados por las naciones responsables del bloqueo, debido a la deficitaria situación de salud del país, donde en esos días la fiebre amarilla era el principal elemento disuasivo. Dicen, que la fiebre amarilla salvó a Venezuela de ser invadida.

La enfermedad a la que me refieron, se perfila perfectamente en un excelente escrito de un señor de nombre Gustavo Pazos, titulado “Pendejadas…”, y que premonitoriamente quedó como último escrito en la página Venezuelanoticia.com y que no ha sido actualizada desde el 18 de septiembre de 2010, la cual me permito transcribir en parte:
"Estuve leyendo dos libros mucho más viejos que yo, uno titulado El Capitán Tricofero, de Pedro María Morantes, conocido bajo el seudónimo de Pío Gil, y el otro llamado Memorias de un venezolano de la decadencia, de José Rafael Pocaterra. El primero enemigo acérrimo de Cipriano Castro y el otro de Juan Vicente Gómez, quienes gobernaron entre los dos, treinta y cinco años. Eran compadres, así como Chacumbele y Baduel o viceversa, como ustedes quieran.

En el de Pío Gil (1904) encontré un párrafo que decía: “El mérito en Venezuela no vale nada, De nada sirve quemarse las pestañas estudiando medicina, matemática o cualquier otra ciencia, lo importante es saber adular”.

En el de Pocaterra encontré: “el pecado de Venezuela con Castro y Gómez, excluyendo escasas actitudes individuales, es un pecado colectivo, general, habitual. La tramoya de la farsa castrista sacó al tablao la peor clase de pícaros…. Las cosas fueron perdiendo su contorno… las palabras se barnizaron…. entre tufos de rebaño, el pueblo navegó hacia lo desconocido, comenzó a embrutecerse y a considerar normal lo anormal”. El pueblo, agregaba Pocaterra: “se olvidaba de su condición. Hacía chistes, burlábase de su propia miseria con ese triste cinismo de los que vienen a menos sin energías vigilantes, ni protestas ni remordimientos”. Pocaterra hablaba con desprecio por quienes preguntaban por el “que se me da a mí”, de la misma manera que hoy despreciamos a quienes solo piensan en el “cuanto hay pá eso”. Desde que Pocaterra describió nuestra tragedia bajo Castro y Gómez han pasado cien años, y casi nada ha cambiado en el país.”

Tal vez el enemigo principal de los venezolanos de bien no es Hugo Chávez, ese es el enemigo de los adecos, los copeyanos o en general, de los políticos que comieron, bebieron, disfrutaron o se lucraron de la IV República. El verdadero enemigo, el cual en su caída se “llevará en los cachos” el nefasto dirigente del Socialismo del Siglo XXI o de cualquiera que venga en el futuro, es el venezolano adulador, acomodaticio, bruto, inculto, vivo, miserable, cínico, corrupto y traidor, que anida en el alma de muchos de quienes nos llenamos la boca, proclamándonos como hijos de la Patria de Bolívar.