Aparentemente, Hugo Chávez evoluciona y se transforma, mientras que los venezolanos seguimos creyendo en pajaritos preñados.
Venezuela es un país donde los venezolanos compran todas las semanas un billete de lotería, porque apuestan a ganarse un premio entre 10 millones de posibilidades pero no se dan cuenta que considerando el índice de homicidios en Venezuela, por cada 10 millones de habitantes semanalmente son asesinados 109 personas. En nuestro país, es 100 veces más probable morir asesinado que ganarse la lotería!! Mientras diariamente los venezolanos cándidamente juegan a la ruleta rusa, en Miraflores y La Habana se plantean escenarios tan obscuros como los apagones que empiezan a multiplicarse.
Mi experiencia del 4 de febrero de 1992, me da una perspectiva distinta a la de muchas personas de mi entorno y todos los días me angustia ver desde mi exilio, como Venezuela se va alejando del objetivo, borracha de dinero, compras, vacaciones, playa, restaurantes, fiestas y ferias, mientras que Hugo Chávez y sus huestes, apoyado en las debilidades de nuestros apacibles ciudadanos, siembra rumores por todo le país, para debilitar la voluntad de los pocos que quieren luchar.
La falacia más grande que se expande entre las creencias de los venezolanos, es que en la Presidencia, a la cual llamo Presidemencia, tenemos a una edición moderna de Juan Vicente Gómez, Simón Bolívar y Fidel Castro, mientras que lo que en realidad se encuentra sentado en la silla presidencial, no es más que un simple títere de intereses extranjeros, enemigos de la paz, la libertad y las democracias de este lado del mundo.
Hugo no solo el Presidente más inepto que ha tenido Venezuela, sino el más cobarde, manipulable, supersticioso y para colmo, el más bruto. En la actualidad, tales características son evidentes y apenas empiezan a ser percibidas por el resto del mundo, sin embargo en el pasado las tuvimos frente a nuestros ojos, pero tal vez el insignificante peso específico de Chávez hizo que no fueran notadas por la mayoría pero si tomadas en cuenta al permitírsele formar parte del fallido golpe de Estado de 1992.
Como siempre voy a permitirme en unos pocos párrafos, narrar una experiencia personal para encuadrar el tema que deseo plantear; el lunes 3 de febrero de 1992, yo era el comandante del Destacamento Nº 53 de la Guardia Nacional y entre las funciones que debía cumplir mi unidad, se encontraba la de prestar seguridad al aeropuerto internacional de Maiquetía, misión que por cierto se encontraba en medio de una férrea lucha entre mi Fuerza, la Guardia Nacional e inexplicablemente la Marina de Guerra, componente de la Fuerzas Armadas que acudió a todo su poder de influencias en el gobierno, para tratar de desplazar al personal del Destacamento Nº 53 y colocar en su lugar a la Infantería de Marina. Solo días después de ese 4 de febrero entendí la razón.
Esa noche, el Presidente Carlos Andrés Pérez regresaba la país de una visita al exterior y su recepción estaba preparada por los frustrados golpistas, quienes apoyados desde las entrañas del gobierno, especialmente desde el generalato de las Fuerzas Armadas y más que todo, de el Ejército, tenían planeado capturar o atentar contra el Presidente en el mismo aeropuerto, bloqueando el acceso a la Casa Militar en uno de los túneles de la autopista y utilizando para sus propósitos unidades de la Infantería de Marina, mientras que en el interior del país y en Caracas, las unidades militares apoyarían la acción.
La intervención de la unidad a mi mando para reemplazar a los efectivos de la Casa Militar que no llegaban y el manejo de información suministrada por el DIM en horas de la noche, a pesar que la insurrección se había develado desde las 10 de la mañana, hicieron que los Generales y Almirantes comprometidos dejaran solos a los escalones subalternos, quienes alentados por la posibilidad de un posterior apoyo del generalato pusieron en ejecución el plan B, consistente en la movilización de los paracaidistas desde Maracay hasta Caracas para apoyar a las unidades alzadas en la capital del país, misión que le fue asignada a Hugo Chávez.
Este incompetente Teniente Coronel, fue dejando a su paso una senda de sangre pues cada vez que llegaba a un punto de control, cobardemente, a pesar de que llevaba más de 200 hombres con él, abría fuego contra los pocos Guardias Nacionales que se encontraban de servicio, dejando a algunos muertos y a otros mortalmente heridos en La Victoria y Tejerías.
Era tal el miedo que sentía el engendro de Sabaneta, que se dirigió directamente al Museo Histórico Militar ubicado en La Planicie del 23 de Enero, buscando allí escudarse tras los insurrectos civiles y tratando de evitar una confrontación directa con sus compañeros de las Fuerzas Armadas. Mas que atrincherado, escondido allí, solo atinó a escuchar las noticias por radio, televisión o por teléfono y a hacer algunas llamadas a sus protectores en los altos niveles, con los que de inmediato comenzó a negociar su rendición.
En aquella época no se sentía tan apoyado como se siente hoy por los precios del petróleo y sus socios del Medio Oriente, chinos y rusos. Después de su rendición en el Museo Histórico Militar, pocas veces se la ha visto tan temeroso y tan lleno de miedo. El 11 de abril del 2002 fue una de esa veces. Aterrorizado por la posibilidad de que pudiese estar en progreso un Golpe de Estado en apoyo a un grupo de oficiales que le solicitaron que renunciara, conclusión a la que llegó debido a que todos los comandantes de unidades de su confianza no le atendían el teléfono, no vio otro camino que el de correr tras las sirenas de su caravana presidencial y con negro Chourio y todo, se presentó ante los oficiales que se habían reunido en la Comandancia del Ejército para entregarse sin condiciones. Solo pedía que le permitiesen irse a Cuba y que le permitieran llevarse al menos unos 7 millones de dólares. Allí, en medio de su terror, repartió abrazos, sonrisas, saludos y lágrimas, desde que llegó hasta que salió hacia las instalaciones de la Policía Militar, organismo que se hizo cargo inicialmente de su custodia. Cuando fue llevado a la base naval de Turiamo hizo otro tanto. A pesar de que la razón por la cual se le llevara a dicha base era el inicio de su salida hacia Cuba, al retornar al poder difundió falsamente, que se estaba planeando su asesinato y que había sido salvado por un grupo de subalternos de quienes habían dado la orden de matarlo.
Lo demás todos lo sabemos, pero lo que no hemos querido entender del proceso de transformación que ha llevado a Chávez a mantenerse en el poder, es que sus acciones no son el resultado de su mente pensante, sino que por el contrario, la intervención de intelectos densos y criminales desde potencias extranjeras, han convertido a este mequetrefe en un despreciable loro repetidor de consignas y de pastillas ideológicas, llevando en consecuencia a la población venezolana a convertirse en el ratoncillo de indias de experimentos futuros para controlar a toda Latinoamérica.
Ese 11 de abril, el miedo de Hugo Chávez no le permitió irse a una estación de televisión como lo hizo Carlos Andrés Pérez en 1992 para decirle a los venezolanos que no había renunciado, sino que por el contrario autorizó que Lucas Rincón anunciara la renuncia “ la cual aceptó”. Lo que ocurrió después es una parodia como la del boxeador que se rindió antes boxear otro round y se salió del ring, para ingresar de nuevo a él arrojado por sus “seconds” y el público.
Desde ese momento, Hugo Chávez ha experimentado una metamorfosis aparente porque en el fondo, sigue siendo el mismo cobarde, inepto e ignorante, quien solo pone en práctica lo que le ordenan sus amos cubanos. Los venezolanos, sumidos en la vorágine en la que Chávez ha convertido el país, marchan mansamente hacia el destino que les deparan las decisiones de la bota cubana.