El fascinante mundo de las probabilidades dibuja un amplio espectro de posibilidades para el chavismo... todas ellas terminan en desastre.
Como el piloto de un avión de combate con sus turbinas a punto de apagarse por falta de combustible, el vulgar presidente de nuestro país, amenaza con soltar sus bombas, disparar sus misiles y hasta embarcarse en un misión Kamikaze, en su desquiciada misión divina de luchar contra el imperio. Incapaz de hacer aterrizar su avión, se ha mantenido orbitando sobre el destino de nuestro país durante 11 años sin atinarle a ninguno de sus intentos de aterrizaje. Mientras tanto, ha desperdiciado horas de vuelo, combustible y la vida útil de su avión se acerca a su final. No tendrá hangar donde hacerle las reparaciones a su maltratada aeronave, así como tampoco donde poner el combustible que necesita y por último es imposible que logre un exitoso aterrizaje de emergencia. Sencillamente, se va a estrellar: Es solo cuestión de tiempo, muy poco tiempo.
Frente a la crisis eléctrica se las ingenió para encontrar un culpable y lo hizo con “El Niño”, culpándolo de todos los apagones y haciendo cómplice del fenómeno a los gobiernos que acudieron a las fuentes hidroélectricas de electricidad. Ahora con la llegada de las lluvias, que marcan la ida de El Niño, la teoría gubernamental se verá sometida a la más dura prueba de credibilidad. Sinceramente creo que el bocón de Miraflores saldrá reprobado.
Ante la crisis de seguridad, traducida en los niveles de inseguridad más altos de la historia venezolana, las conocidas “focas” llegaron a asegurar que todo se trataba de una conspiración de los paramilitares colombianos, por supuesto con la complicidad de la oposición y de la CIA.
Frente a la crisis económica frente a la cual estábamos “blindados”, su arma fue el desconocimiento de tal crisis, a pesar de la sub crisis por la que atraviesa la industria petrolera marcada por un descenso de la producción que no ha permitido sacar provecho de los atractivos precios del petróleo. No tardará en culpar a los gobiernos anteriores de no haber diversificado el aparato productivo del país y por hacernos petrodependientes.
No hay coyuntura económica, social o política que se presente, para la cual el creativo gobierno bolivariano no tenga una excusa y al mismo tiempo una acusación contra sus “enemigos”. Lo que importa es que sirva a sus propósitos, sin importar el tamaño o la calidad de la mentira. Así, de mentira en mentira se le han ido los años al chavismo, solo que la misma tiene piernas muy cortas y la verdad cada día se hace más visible entre la cortina de humo que chavistas radicales, chavistas de oportunidad, chavistas convencidos y chavistas que ya no quieren seguir siéndolo pero no encuentran “en que palo ahorcarse”, han tendido para ocultar más que sus desaciertos sus pecados.
Todos los días, al chavismo se les presenta una nueva oportunidad para alargar su presencia en el escenario político venezolano, pero la lengua de su descerebrado jefe termina por enviarla a la basura, mientras que por el contrario, cada chance que la suerte pone frente al analfabeta funcional de Miraflores, termina por ser desperdiciada como producto de la obediencia ciega e irreflexiva de las sempiternas focas tropicales; total que como diría Luis Herrera Campins, “Dios no le dio cacho a burros”, vale decir que la gran mayoría de los chavistas saben de política y de gobernar lo que “sabe un burro de freno”.
Un balance de los últimos 11 años, es decir de toda la existencia del chavismo como gobierno o mejor dicho como expresión de desgobierno, nos indica que el método de ensayo y error ha sido la única herramienta de sus hombres y mujeres, incluidos los gays y lesbianas, para gobernar cuando han querido hacerlo y que lo único que si les ha funcionado es el recurso de la corrupción y del engaño, engaño en el cual han incluido a su propio jefe, en reciprocidad a los que éste les ha enseñado.
El destino de Hugo Chávez en cierta forma se encuentra atado a la suerte del chavismo, aunque paradógicamente el del chavismo cada día se aleja más del destino de su jefe. Cuando todo acabe, seguramente que muchos chavistas permanecerán en su patria, mientras que como diría Oscar Yanez, el “zarandajo” de Sabaneta se irá con unos pocos de sus seguidores y aduladores a disfrutar del dinero robado durante años a los venezolanos.
Mientras tanto, quienes no participan de ninguna manera en la desvergonzada orgía chavista, poco a poco se van definiendo tal como fragua el cemento bajo el sol y la brisa, con menos posibilidades de volver a su estado inicial, tal como lo muestra el último Estudio de Opinión Pública Nacional de Keller y Asociados, el cual arrojó que el 32% de la población se considera anti-chavista, en tanto que 31% es chavista, mientras que el 37% se define como neutral políticamente.
Como se repitió en muchos lugares en un momento del año 1999, “llegó la hora” cuando se celebraba el triunfo del candidato Hugo Chávez, muy pronto se comenzará a decir en todos los rincones de Venezuela, “les llegó la hora”. El chavismo resultó ser el malo de la política y como todo malo terminará apabullado por el bueno. Por eso tal vez su empeño por parecerce a los buenos, las víctimas y los desamparados frente al imperio, la feroz oposición, el ladino vecino colombiano y el abominable capitalismo, pero si no fueron suficientes casi 12 años, menos lo serán los meses que les quedan, más aún, cuando su remedo de sistema va de retorno al hueco de donde salió, tan obscuro como la verruga que adorna las sienes del simio, bajo las cuales un minúsculo minicerebro, por demás vacío e ignorante, se desvanece borracho de poder y de impunidad.