Hugo Chávez sintió en su boca el mismo sabor que le quedaba cada vez que reprobaba una tras otra, las materias de su Curso de Estado Mayor en el Ejército.
La expectativa desde el exilio sobre lo que ocurre en mi país tiene sus inconvenientes. Uno de ellos es la inmensa sensación de impotencia que me produce tener que ver desde la distancia lo que los medios transmiten sobre la realidad venezolana. El día de hoy, los hechos noticiosos mundiales más importantes eran para mí, en primer lugar el inicio de las operaciones militares por parte de la coalición de naciones en el territorio libio para proteger a la población del aplastamiento por parte del genocida Muammar Muhammad al-Gaddafi y como segundo, las secuelas del desastre natural y nuclear que afectan actualmente al Japón.
Sin embargo, por uno de esos comportamientos inducidos por el uso frecuente del Internet, debido al cual uno entra a la red con un cometido, pero de repente se encuentra leyendo o viendo cualquier otra cosa, ingresé al Noticiero Digital y me detuve a ver un video del acto circense de baja categoría protagonizado por el Presidemente de Venezuela en Catia, enfrascado en ese momento en la faena de asfaltar de una calle de esa zona, como inexperto operador de una pavimentadora, como continuación de su interminable “reality show” destinado a “engatusar” a los venezolanos más humildes.
A pesar que me mantenía firme en centrarme en la situación de Libia o en la de Japón solo con la intención de informarme, imaginariamente me quedé en la calle Simón Bolívar de los Magallanes de Catia viendo en cadena nacional, el robo de cámara que le hacía Hugo Chávez a Jackeline Farías, a Jorge Rodríguez y al Ministro Francisco Garcéz. En 6 minutos y 48 segundos, micrófono en mano, su principal arma para solucionar los problemas del país, Chávez se mostró extasiado, tal como lo hacía en su época de Capitán durante las fiestas patronales de Elorza o durante los fines de semana en Mantecal. Y es que me imagino que en su improductiva cabeza, el pueblo al que se dirige, sigue siendo aquel de hace 25 años en esa apartada región llanera.
Imaginé que sus adulantes asesores le dirían al final de la tarde “Señor Presidente, se la comió, así es que se gobierna”. Uno que otro le susurraría, “Mi Comandante en Jefe, hoy subió 20% en las encuestas” o “que bien manejaba la pavimentadota Mi Comandante en Jefe”, mientras que los menos afortunados para acercársele le prodigarían la señal internacional de “Ok” o cualquiera de las que a diario sus seguidores le hacen para demostrarle que están de acuerdo. Así, al final del día, sintiéndose victorioso ante la batalla de Los Magallanes de Catia, se sentiría revitalizado, poderoso e invencible y desde su trono en Miraflores, pediría que le llamaran a sus vasallos latinoamericanos para ver como iba el asunto de la mediación en Libia.
Cuando llegué a ese punto, mi atención se volcó sobre la inminente respuesta de Hugo Chávez al papel que la Coalición de países tendría en la situación de Libia. En un nuevo video, tal respuesta no se hizo esperar, solo que el lenguaje corporal del Presidemente no era el mismo al que nos ha acostumbrado durante todos estos años; en lugar de esto, sus palabras eran casi un lamento. Sus palabras destilaban el desaliento que le causaba el hecho de que su propuesta de diálogo hubiera resultado un estéril, aislado y débil susurro en el concierto mundial. El Alba y sus socios, demostró que no tiene audiencia más allá de los países que la conforman, pero lo más importante, que es lo que deprimió mucho al Presidemente este fin de semana, es que su maniobra para retardar cualquier acción sobre Libia y que le permitiera a Gaddafi aplastar a la oposición antes de que el mundo se le viniera encima, fracasó rotunda y escandalosamente. Tal maniobra, denominada “retardatriz” de acuerdo a los manuales militares americanos o “retardante” como se le denomina en los manuales del cono sur, está conceptualizada de la siguiente manera en la doctrina del Ejército venezolano como
“Una operación en la cual la fuerza que se encuentra bajo presión enemiga intercambia espacio por tiempo al retrasar el ímpetu operacional de su adversario e infligirle el daño máximo sin empeñarse decisivamente en combate. Una operación que se lleva a cabo generalmente cuando el comandante necesita tiempo para concentrar, conservar o retirar sus fuerzas; para establecer defensas en mayor profundidad; para economizar efectivos en un área; para cubrir a una unidad que se defiende o se repliega; para proteger el flanco de una unidad amiga; o para completar acciones ofensivas en otra parte. En una operación de este tipo, la destrucción de la fuerza enemiga pasa al segundo plano; ya que es más importante retrasar su avance para ganar tiempo”Hugo Chávez no tiene excusa frente a la debacle Libia. Le quedó mal a Gaddafi y eso lo tendrá muy en cuenta su caterva de amigos orientales. Algún día, a ellos también les quedará mal, como le quedó a sus compañeros del Ejército del 4 de febrero de 1992. Hugo no es de fiar; de eso sabe mas que nadie la oposición venezolana y poco a poco lo irán aprendiendo sus aliados. El Presidemente venezolano es más circunstancial, como lo decía un antiguo jefe de mi época de Subteniente, que “promesas de meretriz”, cuando quería referirse a lo voluble de la gente y al mismo tiempo es increíblemente inepto.
El intento fue bien intencionado con su "pana del alma", su "hermano" Muammar, pero lo que quedó de él no es más que desconcierto, rabia, humillación y desesperación al ver que poco a poco sus paradigmas se van haciendo añicos, mientras que por el contrario, su gran enemigo, el “moribundo” Imperio anda de parranda con caja mortuoria y todo, resistiéndose a visitar la tumba que la imprudente lengua del Presidemente abre con cada una de las aperturas de su boca.
Con el fracaso de su operación retardatriz destinada a darle tiempo a Gaddafi para masacrar a su pueblo, Hugo Chávez sintió en su boca el mismo sabor que le quedaba cada vez que reprobaba una tras otra, las materias de su Curso de Estado Mayor en el Ejército. Que casualidad verdad? Su destino lo persigue, solo que ahora el mundo es testigo y esa historia no la podrá cambiar ni borrar, como lo ha hecho con los rotundos fracasos que antes de ser Presidemente adornaron su decepcionante vida militar.