domingo, 12 de abril de 2009

La versión venezolana de Jim Jones

El final de la secta “El templo del Pueblo” y el destino de Venezuela, simiitudes por obra de dos locos.

Hace algunos días, navegando en Internet tropecé accidentalmente con un hecho que por lo cruento y lo cercano a Venezuela, mi memoria había apartado de mis pensamientos. Les resumo lo que culminó con un asesinato masivo el 18 de noviembre de 1978, al que su perpetrador denominó “un acto de suicidio revolucionario”.

A mediados de los años 50's, en Indianápolis, un mesiánico predicador norteamericano de nombre James Warren Jones quien se creía ser la reencarnación de Jesús y Lenin, obsesionado por a manipular a la gente voluble, les prometió a los fieles de su iglesia, “El Templo del Pueblo” llevarlos a “El Paraíso”. En 1971, el gobierno norteamericano comenzó a investigarlo por múltiples delitos, entre ellos evasión de impuestos. Para 1972 la secta religiosa, que había derivado hacia el socialismo y la defensa de la justicia social o socialismo apostólico, contaba con unos 3.500 fieles, enrolados entre drogadictos, vagabundos, seniles y débiles. En 1977 ante la posibilidad de ser detenido, instó a sus seguidores a trasladarse hacia el que sería “El Paraíso”, un terreno alquilado en Guyana donde unos 900 de ellos iniciaron la construcción del "Proyecto de Agricultura del Templo del Pueblo", en el que no habría propiedad privada, discriminación racial o clases sociales, una granja solidaria en la que todos trabajarían por el bien de la comunidad, pero la realidad fue otra. Esta mini-nación socialista pronto tuvo su particular Muro de Berlín en forma de guardias armados que a lo largo del perímetro vigilaban a los de "dentro" en vez de a los de "fuera". La tortura y el encarcelamiento en pozos de castigo eran práctica habitual con los disidentes. Las noticias se fueron filtrando y la preocupación creció entre los familiares residentes en los USA.

Algunos de los eventos de los cuales quedaron suficientes testimonios, era la conducción de simulacros que Jones denominó las “noches blancas”, en las que Jonestown eran atacados por los “puercos capitalistas” confabulados con la CIA y otras agencias de inteligencia, al final de las cuales, Jones daba a sus feligreses cuatro opciones: Trata de huir a la Unión Soviética, cometer el “suicidio revolucionario”, permanecer en Jonestown enfrentando a los atacantes o huir hacia la jungla. La segunda opción fue practicada en un par de ocasiones, dándoles a beber vasos de Kool Aid, de la misma forma que fue repartido conteniendo veneno el fatídico 18 de noviembre. Un mes antes, el 2 de octubre de 1978, Feodor Timofeyev, oficial de la embajada rusa en Guyana hizo una visita de 2 días a Jonestown y les manifestó a los ocupantes de la granja “las más profundas y sinceras gracias, a la gente de la primera comunidad socialista y comunista de los Estados Unidos, en Guyana y en el mundo”

Alarmados por los rumores sobre Jonestown, en 1978 una delegación encabezada por el congresista Leo Ryan viajó hasta Guyana para saber que estaba sucediendo allí. Inicialmente Jones se negó a verle, pero cuando Ryan anunció que se presentaría en Jonestown, éste cambió de parecer y ensayó un recibimiento para ofrecer la mejor impresión posible y para aparentar un mundo feliz. Ryan y sus acompañantes fueron recibidos amigablemente y se les preparó una visita guiada, pero durante la misma, algunos le hicieron llegar notas de socorro para que los ayudara a salir de Jonestown. Jones se enteró y se encolerizó con sus hijos “desafectos”, con los “contrarrevolucionarios” y fue entonces cuando el amigable ambiente se tornó hostil.

El congresista Ryan decidió abandonar Jonestown con algunos desertores, pero al llegar a la pista de Port Kaituma, los seguidores de Jones lo asesinaron junto a otras 4 personas e hirieron a 10 más. En la granja, tal como se practicaba durante las “noches Blancas”, Jones reunió a todos y les anunció la muerte del congresista Ryan, así como la “inminente llegada” de fuerzas militares para “torturar y asesinar a niños y ancianos”. Les recomendó que era preferible abandonar un mundo tan injusto. En sus propias palabras, que quedaron registradas en una grabación de todos los sucesos, el suicidio en masa sería un acto de “protesta revolucionaria”. Quienes no bebiesen voluntariamente una solución de Valium y cianuro potásico que actuaba en unos 5 minutos serían inyectados a la fuerza o tiroteados por los guardias. Se decidió envenenar primero a los niños y los ancianos. El número de fallecidos fue de 913, entre ellos 276 eran niños. Algunos que se resistieron a beber el veneno y que clamaban por las tres opciones restantes, fueron muertos a tiros. El cadáver de Jones fue encontrado con un disparo en la cabeza. Algunos sobrevivientes escaparon a la Selva.

Conocer los detalles de este genocidio, me hizo saltar de inmediato a otro intento similar, que gracias a Dios no pudo perpetrar el dictador Fidel Castro contra todo el pueblo cubano, en el año 1962 cuando se produjo la “Crisis de los misiles”, causada por la instalación de bases para misiles soviéticos en Cuba y que pudo haber llevado al mundo a un holocausto nuclear, con Cuba como epicentro. Ante la alternativa de que Rusia, para evitar la confrontación retirara su aparato bélico, Fidel le escribe el 25 de octubre de ese año a Nikita Krushchev una carta donde le expone la inminencia del ataque norteamericano, pero le ofrece resistir a costas del sacrificio del pueblo cubano. Le escribe, “Puede usted estar seguro de que de una manera firme y resoluta resistiremos el ataque no importa su naturaleza. La moral del pueblo cubano está muy alta y el agresor será confrontado heroicamente”… “estamos listos para confrontar con serenidad una situación que consideramos bien real y bien inminente”.

Esta conducta “Jim Jonesca” de Fidel Castro se ha repetido a lo largo de la historia en mayor o menor grado entre muchos dictadores, quienes viendo de frente las consecuencias de sus actos, pretenden involucrar y responsabilizar a sus pueblos por cuantas atrocidades inconsultas o unipersonales han cometido.

Y la historia vuelve a repetirse en nuestras propias narices. El dictador de Venezuela, exhibe mundialmente ínfulas de poderoso e intocable y desafía a cuanto orden pueda existir en el contexto internacional. Es el mandatario más imprudente y agresivo del planeta, como producto de la combinación de su inestabilidad psíquica y emocional con los factores externos que lo hacen sentir en la cúspide del mundo: La presidencia de un país con inmensos ingresos petroleros, rodeado de una gama de adulantes que va desde mandatarios hasta desconocidos, incluyendo sus propios ídolos de la izquierda. Debe ser una experiencia increíble para un ignorante, que aquellos a quien solo tuvo acceso a través de libros y revistas, hoy lo halaguen y presuntamente admiren.

Tal como el Jim Jones de Guyana, quien durante las “noches blancas” hacía sonar sirenas para alertar a sus feligreses sobre el ataque que vendría como producto del trabajo de la CIA, Hugo Chávez evoca conspiraciones, intentos de magnicidio, invasiones y casi a diario los “ataques” del imperialismo. Igual de impresionante, es su similitud en cuanto a la admiración por Cuba y la Unión Soviética, solo que con una diferencia: La Unión Soviética apoyó financieramente y captó la atención de Jim Jones, mientras que en el triste caso de Venezuela, es nuestro país quien ayuda a la extinta URSS y nuestro presidente quien hace todo lo posible para ganarse sus afectos y su confianza.

Los venezolanos deben estar alertas sobre el futuro que se cierne sobre nuestro país. Ya no se trata de un presidente corrupto y demagogo, se trata de un perturbado mental muy peligroso, que cada día involucra más a los venezolanos chavistas, antichavistas e indiferentes a la política, en un peligroso juego, en el que todos sufriremos las mismas consecuencias. Si le permitimos a Hugo Chávez que lleve su macabro juego hasta el final, lo que nos pueda quedar de vida no alcanzará para arrepentirnos de no haber hecho nada.

Cuando Hugo Chávez comience a practicar sus “noche blancas” con la población civil y con su reserva, cuando en su paranoia sienta que “ya vienen” por él, veremos cuantos enmudecerán cuando cobren conciencia del tamaño del sacrifico que les va a pedir a los venezolanos. Que sucederá cuando se descubra lo que realmente pasa en las entrañas de Venezuela y que los venezolanos desconocemos.