Su eterna compañera la cobardía no lo abandona.
Hoy esperé hasta el último momento, antes de escribir mi artículo, seguro como estaba de la reacción del Presidemente de mi país luego de los resultados del proceso interno del PSUV, partido en el que presuntamente se encuentran inscritos unos 2.450.377 venezolanos. Esta cifra procede de los 2.200.000 empleados públicos existente en el país, incluyendo las Fuerzas Armadas y de aproximadamente 1.000.000 de personas que se benefician de las misiones del gobierno.
Partiendo de estas cifras, ya comenzó mal el gobierno, pues al tener inscritos en su partido solo al 76% de ese voto cautivo, refleja una gran debilidad para atraer a los venezolanos e igualmente, la “viveza” criolla representada por quienes le hacen creer al gobierno que le son incondicionales. Será que ni el Presidemente ni su corte de “jala mecates” nunca sacaron esta cuenta? Pues pareciera que no y que cuando acertaron a sacarla fue hoy cuando vieron sus centros de votación vacíos y por esa razón sus caras tan largas y la insistencia de Chávez en referirse su desgastada cantaleta de las “bases norteamericanas en Colombia”.
De acuerdo a las informaciones que van llegando de Venezuela por vías extraoficiales, porque el silencio de los voceros del gobierno es sepulcral, el Presidemente debe estar sintiendo los efectos del “apagón” que hoy le obsequiaron sus seguidores.
Pero mi objetivo al esperar el desarrollo de la jornada de hoy no era el de reseñar lo ocurrido, ni el de especular cuantos desorientados fueron a votar por tal o cual delegado. No, la ocasión es propicia para analizar las consecuencias de la reacción del pobre diablo que habita en Miraflores y La Casona, ante los efectos que le producirá el conocimiento de los niveles de participación de sus seguidores en la actividad preparada por el CNE para el día de hoy.
Sus apariciones durante el día ya denotaban un apreciable estado de confusión y en medio de la misma, el enfermizo empeño en aferrarse a su “cantaleta favorita” como salvavidas ante la posibilidad de sufrir de los ya conocidos ataques de locura presidencial. La instalación de personal y recursos norteamericanos en bases militares colombianas terminó por desquiciar a Chávez. Se siente impotente, presionado, mas espiado que nunca, asediado y mientras estas impresiones van haciendo mella en su psiquis, otro monstruo comienza a asediarlo desde el interior de su entorno, poco a poco va perdiendo el control del país, de su gente y allí radica su temor en el día de hoy, siente que está dejando de influir en sus seguidores. La concentración de la semana que concluye le dejó un mal sabor. Muy poca gente, muy pequeño auditorio para el trascendental anuncio que hizo. Su anuncio de guerra lo hizo rodeado del ejército de milicianos más pequeño del planeta.
A Chávez se le están cerrando los caminos antes de lo previsto. Se siente sin poder de combate para hacerle la guerra a Colombia y sin el poder de votos para enfrentar a la oposición más débil y desarticulada que se ha atravesado en su camino. Para colmo, Obama sigue ignorándolo y él se siente reprimido al no poder insultarlo como lo hizo con Bush, error que tal vez no cometa, por la permanente y tozuda insistencia de sus asesores políticos, aunque yo dudo que logre contenerse. Uno de estos días estallará. El precio del petróleo no termina de subir y la producción baja, Zelaya no vuelve, el acuerdo USA-Colombia no tiene retroceso, la situación interna de Cuba lo preocupa mucho, los paramilitares no se ven por ninguna parte, las FARC y el ELN en cuanto ingresan a Colombia son repelidos y tienen que volver a internarse en Venezuela, los ministros y vice ministros cada día se alejan más de sus obligaciones, ya no puede controlar a sus corruptos, se siente desprotegido por su seguridad y su paranoia lo atormenta, las Fuerzas Armadas están en su peor momento en cuanto a “Apresto Operacional”, las milicias no terminan de conformarse, en fin, sus propios demonios lo están acosando y está al borde del colapso. Poco a poco ha ido descubriendo las mentiras que lo rodean y siente que ha perdido mucho terreno.
Recientemente el politólogo francés Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París, sostuvo “Sus declaraciones son provocadoras pero inútiles. No veo en qué escenario Chávez podría entrar en una guerra con Colombia. No solo sería derrotado sino perdería el poder“, expresó Boniface en la capital paraguaya, donde el fin de semana pronunció una conferencia titulada “Los muros de ayer, hoy y mañana” con motivo del 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre. En una hipótesis de guerra, “Estados Unidos y otros países latinoamericanos irían a ayudar a Colombia. Cuando alguien provoca como Chávez lo hace, lo mejor es no hacerle caso. Si le hacemos caso le estamos haciendo un favor”, aseguró el politólogo.
Otra óptica contrapuesta a la de Boniface, aparece reseñada en la revista Semana de hoy domingo. Dicho medio, en un extenso reportaje “Que tan loco está”, señala: “Líderes como Chávez, que tienen rasgos de megalomanía y paranoia, llegan a tomar decisiones que no sólo van en contravía de lo racional y lo lógico, sino a veces de sus propios intereses. Adolfo Hitler, cuando estaba ganándoles la guerra a Francia e Inglaterra, decidió atacar a la Unión Soviética al abrir un segundo frente, cometiendo el mismo error garrafal que Napoleón Bonaparte un siglo y medio atrás. Como si fuera poco, cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor y Estados Unidos les declaró la guerra, el dictador alemán, que no tenía velas en ese entierro, decidió declararle la guerra unilateralmente a Estados Unidos, para aquel entonces la potencia militar más poderosa del mundo. La consecuencia de esas dos barbaridades fue la destrucción de Alemania cuatro años más tarde y su suicidio en el búnker de Berlín.”
Es posible que a Hugo Chávez le ocurra lo mismo que a Hitler y se atreva a ordenar la materialización de alguna de sus amenazas, pero la realidad se encargará de volver las aguas a su cauce, sin embargo en medio de tal estado de locura es posible que vuelva su furia contra sus propios ciudadanos y especialmente contra los gobernadores de oposición, lo que marcará por mostrar al mundo su viraje hacia la dictadura absoluta.
Afortunadamente para los venezolanos, tanto escándalo y tanta verborrea por parte del Presidemente de los venezolanos terminó por atraer la atención de los racionales del mundo. En el mismo artículo de la revista semana, que estoy seguro arrancará unos cuantos piropos del incómodo Hugo, se señala que “Para hacer una interpretación sobre el riesgo que representa Chávez, es útil revisar los análisis de su personalidad contenidos en biografías, perfiles y estudios que se han publicado sobre él. Dos libros han intentado profundizar sobre el tema: Hugo Chávez sin uniforme, de los periodistas venezolanos Cristina Marcano y Alberto Barrera, y El poder y el delirio, del intelectual mexicano Enrique Krauze. También ha incursionado en ese campo el periodista norteamericano Jon Lee Anderson con dos perfiles que publicó en la prestigiosa revista The New Yorker sobre el controvertido líder venezolano, y muchos otros artículos y ensayos.
De la lectura minuciosa de esos documentos la primera conclusión a la que se llega es que sería simplista afirmar que todo lo que está diciendo y haciendo Chávez no es más que una maniobra de distracción para tapar sus problemas internos. Sus biógrafos destacan su denodado apego al poder, su obsesiva pretensión de cambiar el rumbo de la historia, su convicción de ser la reencarnación de Bolívar y Fidel, y su desprecio por la democracia liberal. Dan cuenta de su verborrea provocadora y sus abusos de autoridad. Pero nadie se atreve a pronosticar hasta dónde puede llegar con su proyecto revolucionario. Los rasgos de su personalidad lo hacen impredecible: es ambiguo, delirante, paranoico, manipulador y belicoso.”
Aunado al miedo que corroe las entrañas de Hugo, lo atormenta la impotencia para “castigar” a sus enemigos y en especial a al “traidor” Alvaro Uribe, quien cometió el grave delito de postrar militarmente a las FARC y al ELN y de eliminar por las armas a algunos de sus más connotados comandantes. Eso no se lo perdonará jamás Chávez a su homólogo colombiano. Hasta en la muerte de Marulanda, Chávez ve culpa en las manos de Uribe.
Pero detrás de su tragedia, mas que rabia, impotencia, frustración u odio, se esconde un gran miedo, miedo que se ve en sus labios, en sus ojos, en su acento cubano, en su sudor, en sus manos delatoras de sus accesos de rabia, pero más que todo, en sus palabras. Hugo Chávez se está muriendo de miedo. Se siente más vulnerable que en el año 1992 cuando se rindió sin disparar un solo tiro en medio de una sublevación armada. Si alguien hubiese ordenado que le efectuaran un análisis de trazas de pólvora luego de su “gesta golpista” hubiera quedado registrada para la historia su cobardía en un rotundo “negativo”, porque en ese entonces el miedo lo paralizó y no hizo ni un “tiro al aire”.
La próxima vez que lo vean en televisión, vean su expresión y verán que es todo lo contrario de lo que está diciendo en ese momento. El miedo que siente oculta su odio, así como su acento cubano esconde su origen venezolano. Este que se autodenomina hijo de Bolívar, muy pronto negará a su presunto padre para declararse, sin rubor alguno, hijo de Martí, a pesar de que todos los venezolanos sabemos que es un hijo de …