En Venezuela se crearon las condiciones para que las instituciones quedaran a merced de los carteles de la droga colombiana
Ya es bastante el elevado número de militares de los cuatro componentes de las Fuerzas Armadas venezolanas que han sido capturados de manera flagrante mientras actúan directa o indirectamente como agentes del narcotráfico en Venezuela.
Lo que hace unos años eran solo casos aislados de alguna tropa “mala conducta”, hoy parece ser la regla de la que no escapa ninguno de los niveles de la cadena de mando de la institución armada.
Hace algunos años se hablaba del “cartel de los soles” el cual presuntamente estaba compuesto por oficiales en el grado de General que desde sus altos puestos de comando cooperaban para que el enemigo natural de las Fuerzas Armadas pudiera circular impunemente por nuestro país. A pesar que algunos periodistas se aventuraban a denunciar la existencia de tal cartel, nunca se produjo una prueba contra algún General que trajera como consecuencia del derrumbamiento de dicho cartel, salvo algunas excepciones en las que fueron detenidos algunos oficiales retirados y efectivos.
Los primeros narco-militares
Además de algunos efectivos de bajo rango detenidos por estar incursos en el delito de tráfico de drogas, en Venezuela se produjeron casos que de alguna manera resultaron notorios, hasta el punto que pasados algunos años, los nombres de los involucrados resultan conocidos para muchos venezolanos.
Por ejemplo, el 30 de Enero de 1998 fue apresado por la Policía Técnica Judicial el mayor retirado de la Aviación Ocando Paz en el Aeropuerto Internacional "Simón Bolívar" de Maiquetía con 5 kilos de cocaína que pretendía enviar a España. Fue recluido en la planta y asesinado junto a otros dos reclusos el 11 de julio de ese mismo año. Estos hechos llamaron la atención de inmediato pues los nombres del ex-militar resultaban familiares para muchos. Quien fuera detenido enviando al exterior 5 kilos de droga, fue noticia 14 años después al verse relacionado con el mismo delito.
En aquellos años las policías y la justicia funcionaban a medias, pero estaban activas y gracias a ello, a pesar del “celo institucional” a merced del cual los escándalos eran minimizados o pasaban desapercibidos para muchos, los responsables eran enjuiciados y encarcelados en su mayoría. Los casos más importantes hasta que se instaló el chavismo en el poder fueron los siguientes:
El 30 de abril de 1983 fueron decomisados 667 kilos de cocaína en una avioneta que había aterrizado en el aeropuerto de Charallave, propiedad del Mayor retirado del Ejército Lizardo Marquez Perez.
El 26 de Febrero de 1984, fueron retenidos 136 kilos de cocaína que eran trasladados en un avión súper king 200, propiedad del mayor retirado de la aviación Francisco Javier Ocando Paz.
El 5 de Noviembre de 1985, fue detenido el general del ejército venezolano, Pedro María Díaz Paredes, quien había sido presidente de la Corte Marcial de la República de Venezuela, al vinculársele con el decomiso de 453 kilos de cocaína en una carretera del Estado Falcón.
El general de brigada Alexis Ramón Sánchez Paz, quien llegó a ocupar la Dirección de Inteligencia del ejército venezolano, fue atrapado por la autoridades norteamericanas, a principios de 1992, cuando intentaba negociar 50 kilogramos de cocaína.
Existieron otros casos donde se vincularon a algunos oficiales como los Generales Ramón Benigno Guillén Dávila de la Guardia Nacional y Herminio Fuenmayor del Ejército, pero las investigaciones no los llevaron a juicio.
El origen de la mafia narco-militar
Que mafias de militares instaladas en el seno de las Fuerzas Armadas buscaban el enriquecimiento súbito de sus miembros no ha sido nunca un secreto. En el contubernio corrupto de las aduanas y fronteras del país, el contrabando, el tráfico de blancas y el narcotráfico, cruzaban las débiles líneas que las separaban y en ocasiones se fundían en una sola, donde era imposible distinguir el origen del dinero que exhibían groseramente algunos oficiales de la IV República.
La dinámica institucional los movía de cargo en cargo y finalmente el tiempo los ponía fuera de la institución con los bolsillos repletos de dinero cuyo origen algunos no llegaron a saber de donde venía y con la condición de oficiales en retiro.
Podría decirse que ya no eran una carga para las Fuerzas Armadas, pero dentro de éstas quedaban íntegros los tentáculos de su organización que desde los grados subalternos iban aprendiendo el oficio. Siendo estas organizaciones de carácter piramidal, es lógico pensar que debajo de cada uno iban dos.
La composición exponencial de la pirámide conspiraba contra la pulcritud de las Fuerzas Armadas porque no ocurría lo mismo con el sector impoluto de la institución castrense, el cual por competencia estaría en vías de desaparecer.
Desde lo interno de las Fuerzas Armadas era muy difícil luchar contra estos grupos y los que osaban hacerlo terminaban mal calificados, arrestados por razones fútiles como “tener la habitación desarreglada” o “no mostrar los signos exteriores de respeto a un superior” o en su defecto enviados a zonas fronterizas e inhóspitas; muchos optaron por pedir la baja por “motivos personales”.
Los grupos corruptos iban ganando poder, mientras que los sectores honestos e institucionales eran cada vez menos e iban siendo acorralados. A raíz del intento de golpe del año 1992 surgió una nueva modalidad de estigmatización de los honestos: Se les comenzó a calificar de conspiradores.
En mis tiempos de oficial activo de la Guardia Nacional, junto a otros Oficiales cercanos en cuanto a nuestras convicciones, hacíamos todo tipo de esfuerzos para salvar a las nuevas promociones de la tentación de la corrupción. Particularmente, comencé a promover la tesis de la existencia de una Guardia Nacional Dorada y una Guardia Nacional Negra, lo que convirtió los últimos años de mi carrera en un martirio.
Para diciembre del año 1998, casi sin esperanza me encontraba castigado en San Fernando de Apure como Jefe de Estado Mayor del Comando Regional Nº 6 en esa alejada (mas que geográfica, cultural y socialmente) región del país. En el seno de las Fuerzas Armadas los únicos que temían que se produjera un cambio en su situación interna eran los corruptos, así que los institucionales nada tenían que temer.
Los últimos catorce años.
Con la llegada del Hugo Chávez al poder resurgió la esperanza de que los grupos corruptos y delincuentes de las Fuerzas Armadas pudieran ser combatidos institucionalmente. Nunca se pensó que la política fuera introducida abiertamente en los cuarteles y que por tradición militar, fuera precisamente el sector institucional el que la rechazara dejándole el camino abierto a las mafias castrenses para que se congraciaran con el nuevo régimen.
El primer año pareció un período de estudio entre ambos extremos. Los mejores oficiales, los relegados en los últimos años del gobierno de Rafael Caldera, fueron restituidos a las posiciones que debieron haber ocupado por mérito y sin la intervención en contra de los padrinos políticos, económicos y mafiosos.
No había transcurrido ni siquiera un año cuando comenzó el reacomodamiento de las nuevas fuerzas. El conocido mal de la denominada IV República se suponía que estaba destinado a desaparecer tan pronto se depurara a las Fuerzas Armadas, pero ocurrió todo lo contrario.
Se continuó con la vieja fórmula de acusar de lo primero que se les ocurriera a quienes se atravesaran en el camino de los delincuentes uniformados, con la anuencia de los oficiales en los más altos rangos de las Fuerzas Armadas, aquellos que en privado, antes de la llegada de Chávez al poder denigraban de él, como por ejemplo, los Generales García Carneiro en el Ejército y Belisario Landis en la Guardia Nacional.
Todos aquellos oficiales que habían sido retardados en sus ascensos o presentaban en sus expedientes vinculaciones con el hampa se convirtieron en los mas fervientes defensores del chavismo, el cual les ofrecía la garantía de volver a estar en igualdad de condiciones con el resto de sus promociones.
Lógico era que el “cartel de los soles” dejara de ser el refugio de algunos generales. La “revolución” también llegó al cartel y comenzaron a participar oficiales en todos los grados. Después de 14 años, la lista de oficiales detenidos mientras se dedicaban al tráfico desde marihuana hasta heroína es casi interminable. Sus detenciones se lograron generalmente por circunstancias excepcionales: Bien por la participación de alguien que “no estaba en la jugada” o por la delación de un miembro de otra banda interesada por eliminar competencia.
El condominio fronterizo
Con las FARC, el ELN, los paramilitares y el narcotráfico tradicional presionando sobre el territorio venezolano para convertirlo en el puente óptimo hacia Europa, Africa, el Caribe y la costa oriental de los Estados Unidos, surgieron alianzas con los sectores delincuenciales infiltrados en las Fuerzas Armadas, por lo que se repartieron la zona fronteriza.
La frontera venezolana en toda su extensión se encuentra asediada por los elementos coadyuvantes al narcotráfico: Desde La Piedra del Cocuy en el Río Negro hasta el páramo de El Tamá el negocio del tráfico de drogas lo manejan las FARC. De El Tamá a Ureña predomina el narcotráfico custodiado por el ELN. El trayecto de frontera desde Puerto Santander hasta Tibú se encuentra en manos de los Paramilitares y desde la Sierra de Perijá hasta la Goajira, nuevamente los socios de las FARC son los dueños del negocio.
Ninguno de estas áreas controladas son excluyentes, pues dependen además de los contactos del otro lado de la frontera, los cuales varían de acuerdo a sus jurisdicciones desde delincuencia organizada hasta Fuerzas Policiales, Guardia Nacional, Ejército o Armada Nacional.
Las rutas bolivarianas
Aunque resulta difícil de creer, se ha hecho una inmensa inversión en sistemas de armas con la finalidad de garantizar la soberanía nacional frente a un enemigo hipotético, pero ante uno real como lo es el narcotráfico, las armas con las que se lucha en contra son las mismas de hace 15 años. Inclusive, escasean en las unidades de la Guardia Nacional los reactivos para determinar el tipo de alcaloides que se retiene. Actualmente, es el laboratorio de la Guardia Nacional el lugar donde se elaboran reactivos “caseros” para detectar cocaína y heroína.
Pasado todo este tiempo, a pesar que se ha anunciado en diferentes oportunidades con un gran despliegue mediático la adquisición de equipos, no se han actualizado los existentes para la detección de drogas ni para la detección de vuelos ilícitos.
Los sistemas de detección de drogas más eficaces continúan siendo los perros y los funcionarios que “auscultan” a los pasajeros en los aeropuertos internacionales. Atrás quedaron los sueños de adquirir equipos sofisticados para la detección de drogas, explosivos y sustancias prohibidas para su uso tanto en aeropuertos de alta concurrencia de personas, como en pasos fronterizos.
Si a la falta de interés del gobierno por equipar a los organismos competentes con material y equipos para la lucha antidrogas agregamos la ayuda que desde incluso unidades militares y de organismos públicos se les otorga, obtendremos como resultado que en Venezuela la batalla contra las drogas está perdida. La revolución con su tesis de que mientras más droga llegue a los Estados Unidos más cerca se coloca la nación norteamericana de su destrucción, lo que está logrando es que Venezuela se acerque aniquilación como Nación.
La ruta FARC
La droga de las FARC entra a Venezuela por tierra a través de ríos y carreteras, bien sea por pasos fronterizos o por trochas desde Casuarito a través de Samariapo, Puerto Nuevo y San Fernando de Atabapo, desde Puerto Carreño a través de Puerto Paez y Puerto Ayacucho, desde el Arauca por las carreteras que van al Táchira, Barinas, Apure y de allí al occidente, centro y oriente del país. Desde el Norte de Santander por Rubio, Ureña y San Antonio y de allí al resto del país. Desde la zona norte oriente de Colombia por la sierra de Perijá y El Moján hacia Maracaibo y la Concepción y de allí por la carretera Lara Zulia al resto del país.
Por vía aérea, la mayor parte llega desde los llanos orientales colombianos hasta pistas improvisadas en fincas o fundos, en donde son almacenadas en depósitos subterráneos para luego ser trasladada por vía aérea a Centroamérica, Haití o a República Dominicana y a través del Orinoco es “arrimada” más hacia el oriente del país para luego enviarla a la zona norte oriental o al Delta del Orinoco.
La ruta Paramilitar
En su lucha territorial con las FARC, los paramilitares se apoderaron del tráfico originado entre la porción de frontera que va de Puerto Santander hasta Tibú, por lo que la vía preferida es la carretera Panamericana que conecta a los estados Andinos con el Estado Lara. Antes, mientras se encontraba en su apogeo el cartel de La Goajira, también ingresaba droga desde Maicao hacia el Zulia y la zona sur del lago de Maracaibo
La ruta ELN
El ELN, luego del acercamiento con las FARC propiciado por Hugo Chávez utiliza las rutas del las FARC del Estado Táchira y algunas de las utilizadas por las autodefensas o paramilitares colombianas.
Como señalé antes, la ruta no opera por si sola, sino que también depende del colaborador ubicado en el corazón de la República de Venezuela. Así, en un mismo punto de control puede retenerse un cargamento enviado por las FARC, como uno enviado por un cartel del narcotráfico del interior de Colombia o de otro país suramericano.
Igualmente influye la ubicación de los socios protegidos por las autoridades venezolanas. Así, los socios de las FARC con dominio del tráfico por Puerto Cabello, pueden determinar que los cargamentos del narcotráfico tradicional o de los paramilitares busquen otra vía de embarque distinta para evitar ser delatada.
Los capos detenidos en Venezuela
Uno de los argumentos a favor de la lucha contra el narcotráfico por parte del gobierno, es el de los capos colombianos detenidos en Venezuela en los últimos años. Con la expulsión de la DEA de Venezuela, el sistema de inteligencia antidrogas quedó prácticamente a ciegas. No obstante, permanecieron en el país otras representaciones que continúan trabajando con la DEA y con el gobierno venezolano paralelamente, por lo que el flujo de información sobre drogas no se ha detenido.
En tal sentido, una vez detectados y ubicados los narcotraficantes que encontraron en Venezuela un refugio relativamente seguro, se tramita su detención por lo que al gobierno no le queda otra opción que proceder a su detención y entrega. Según fuentes muy confiables de la Oficina Nacional Antidrogas, es completamente falso que tales detenciones obedecen a trabajos de inteligencia previos de los organismos venezolanos.
Así por ejemplo, la detención de Carlos Alberto Rentería Mantilla, alias “Beto” se produjo en julio del 2005 gracias a la información de los servicios de inteligencia británica, Jaime Alberto Marín Zamora, alias “Beto Marín” fue capturado en la Isla de Margarita en septiembre del 2010 gracias a la información presentada por inteligencia colombiana y norteamericana, Luis Frank Tello Candelo fue capturado en el estado Anzoátegui como consecuencia de la “Operación Sol” iniciada en Colombia y conducida por Interpol. Este narcotraficante colombiano poseía la cédula venezolana Nº, 6.161.289, la cual según los registros del CNE está habilitado para votar el 7 de octubre del 2012.
Infiltrados
Definitivamente si. La moral de las instituciones venezolanas se encuentra seriamente deteriorada como consecuencia de la injerencia política chavista, siendo la institución armada la mas vulnerada. El narcotráfico se mudó a Venezuela gracias a la “revolución” Bolivariana, a la incompetencia de un gobierno corrupto y al desamor por la Patria de unos cuantos.