Ser uno de los
protagonistas de los hechos del 11 de abril del 2002 en Caracas, estar
consciente del grado de participación que se tuvo en esa fecha, estar seguro de
lo que se vio, escuchó, hizo o dejó de hacer; para luego, tener que escuchar
fecha tras fecha durante 10 años las deleznables versiones que el gobierno
venezolano ha difundido sobre los sangrientos hechos ocurridos esa tarde con la
simple y vil finalidad de ocultar su participación, cuando no de eludir su
responsabilidad, es lo que me motiva a compartir con quienes nos leen, la
información que como si fuera ayer se encuentra fresca en mi memoria, así como
en documentos escritos, visuales y sonoros.
Quiso tal vez el
destino, que por solicitud del Ministro del Interior, se colocara en la
Dirección Nacional de Identificación y Extranjería (DIEX), a un militar con
determinadas condiciones morales y profesionales, con la finalidad de hacer
eliminar los focos de corrupción existentes, que eran muchos.
Tal designación me
tomó por sorpresa en febrero del 2001, pero dada la magnitud del reto no dudé
en aceptar, por lo que tomada la misión como un compromiso, me dediqué en
cuerpo y alma a cumplirla con un relativo éxito y teniendo que sortear muchos
obstáculos. Uno de ellos, las órdenes
emanadas de la Presidencia de la República a través de Ramón Antonio Rodríguez Chacín (RARC), que
fueron las que trajeron como consecuencia, que el 11 de abril del 2002, dejando
de lado los principios de la obediencia, la subordinación y la disciplina y me
uniera a otros militares que desde algún tiempo atrás, presagiando el macabro
destino que le preparaba a nuestro país el Teniente Coronel Chávez, intercambiábamos
información sobre su coqueteo y el de sus agentes con las FARC, el ELN,
gobiernos y facciones incompatibles con la Patria venezolana y su tradición
democrática, así como sobre los preparativos que realizaba para hundir a
nuestro país en el obscuro abismo en el que se encuentra actualmente.
Amanece
el 11 de abril
Como casi todos los
días, el 11 de abril del 2002 llegué a mi oficina de la DIEX en la Avenida
Baralt a eso de las 06:15 de la mañana, hora inusual para cualquiera de los
directores que me antecedieron.
Inclusive, hubo días en los que debí llegar antes de las 6 para recibir
al “Comisionado del Presidente de la República” RARC, antes de que fuera
convertido por el mismo Presidente en mi jefe, investido del cargo de Ministro
del Interior y Justicia el 31 de enero del 2002.
Sus visitas eran
generalmente, para llevarme casos que según él me explicaba se debían a
“razones humanitarias”, de colombianos (hombres, mujeres y niños) que requerían
de alguna visa de transeúnte para viajar a través de Venezuela con destino a
Cuba para recibir tratamiento médico o visitar a familiares, presuntos
desplazados y amigos personales.
A pesar que para ese
día 11 de abril RARC era el Ministro del Interior y ya no aparecía furtivamente
por mi Despacho antes de las 6 de la mañana
y que en su lugar enviaba a sus agentes de la DISIP a tramitar los
documentos que necesitara a cualquier hora del día, llegué bien temprano como
era mi costumbre y me dispuse para iniciar un día de trabajo normal.
Comienza
a complicarse el día
Entre mis planes
para ese día, tenía como prioridad en la agenda de mi ayudante, trasladarme
hasta un tribunal para firmar mi “Separación de cuerpos” de mi segunda esposa,
acto que estaba previsto a las 11 de la mañana del 11 de abril. Al final, no asistí al tribunal civil, por la
avalancha de sucesos que desencadenaron posteriormente
A las 10 de la
mañana asistí a una reunión con la Vice-Ministro de Justicia, a quien le
manifesté que debía ausentarme a cumplir con mi cita en los tribunales civiles
a las 11:00, cuando en realidad no lo iba a hacer, pues había recibido una
llamada telefónica de “fuerzas amigas” pidiéndome que me dirigiera a una
dirección en las cercanías del Urológico de San Román, donde presuntamente nos
reuniríamos un grupo de Generales y Almirantes, decididos a desconocer la
autoridad de Hugo Chávez dadas las informaciones confidenciales que nos iban
llegando sobre los planes del gobierno para reprimir salvajemente a los miles
de venezolanos que se congregaban en las cercanías del edificio de PDVSA en
Chuao. Allí fueron llegando poco a poco los oficiales Generales y Almirantes,
hasta que completamos dos del Ejército, tres de la Armada, dos de la Fuerza
Aérea y tres de la Guardia Nacional, entre ellos el Vicealmirante Héctor
Ramírez Pérez. Más tarde nos trasladamos en varios vehículos hasta una oficina
en Chacao, propiedad del fallecido Reinaldo Cervini, a donde arribamos pasadas
las 2 de la tarde.
Desconocimos
la autoridad de Hugo Chávez
Allí ocurrieron
algunos hechos que los cómplices de los asesinos de la avenida Baralt y sus
alrededores, han tratado de tergiversar para encubrir a los verdaderos autores
intelectuales de lo que ocurrió ese día.
En el lugar se encontraban no menos de 12 o 15 periodistas, incluyendo a
Otto Neustald, notorio por una “clase magistral” que dictara en la Universidad
de Bicentenaria, en donde manifestó públicamente que en ese lugar nos habíamos
reunido en la mañana y que en el documento que se leyó, se anunciaban unas
muertes que no habían ocurrido aún. Esa
mentira, ha sido repetida incesantemente por el gobierno, en un afán inusitado
por desviar la atención de sus graves implicaciones en la muerte de 19 personas
esa misma tarde, no obstante que existe evidencia periodística de la hora y
circunstancias por las que el video no se difundió en vivo vía microondas como
se intentó, sino que debió grabarse debido a que a esa hora la cadena
presidencial lo impidió. Para el momento
en que se terminó de preparar el manifiesto, por los radios y los celulares de
los periodistas allí presentes se esparcía la noticia de seis muertes y muchos
heridos, información que el Vice Almirante Ramírez Pérez consideró conveniente
anunciar en el texto de nuestro pronunciamiento.
Si descontentos nos
encontrábamos por el rumbo que se le quería dar al país, en peor estado de
ánimo estábamos cuando desde temprano comenzamos a tener conocimiento de
ordenes emitidas desde Miraflores y otras acciones por parte de miembros del
Alto Mando fiel a Chávez y de funcionarios chavistas, contrarias a la
Constitución y a las Leyes de la República, que eran claros indicativos de que
se preparaba una represión brutal contra la enorme masa humana que se
concentraba en Chuao, en el caso que la misma se trasladara a Miraflores, escenario
que el mismo gobierno manejaba desde el día anterior.
A
Miraflores
Desde hacía algún
tiempo, en las concentraciones de la oposición, se oía la arenga “vamos a
Miraflores”. Por su parte, los ojos y
oídos del gobierno, los organismos de Inteligencia, manejaban la información de
que en cualquier momento se haría una marcha hasta el Palacio, en donde la
gente permanecería el tiempo que fuera necesario, hasta que renunciara Hugo
Chávez. Por lo tanto, no era una sorpresa
que ese 11 de abril existiese una posibilidad elevada de que la marcha se
dirigiera al Palacio de Miraflores, dada la efervescencia política del momento,
promocionada por el mismo Hugo Chávez, tal como él lo confesó durante la
Rendición de Memoria y Cuenta ante la Asamblea Nacional el 15 de enero de 2004.
Confrontación
en el Alto Mando de la Guardia Nacional
El día 10 de abril,
a las 10 de la mañana, en la Junta Superior de la Fuerza Armadas se realizó una
reunión, donde se presentaron dos escenarios con respecto al itinerario de la
marcha del día siguiente: El primero, de que la marcha saliera de Parque del
Este y concluyera en Chuao, donde se habían instalado las tarimas de los
oradores; el segundo, consistía en que la marcha se dirigiera hacia el centro
de la ciudad, a Miraflores.
Ante tales
posibilidades, las opciones eran claras. El Comandante del Regional 5 planteó
la toma de las instalaciones de PDVSA Chuao y cercar los alrededores. Según el
Comandante de la Guardia, el Presidente no aprobó esta forma de acción, por lo
que se acordó, el uso masivo de la Guardia Nacional para evitar que la marcha
pasara de la Avenida Bolívar. El
cumplimiento de esta orden le fue encomendado al Comando Regional Nro. 5. El día 11 abril, el Alto Mando de la Guardia
fue sorprendido por la noticia de que el General Francisco Belisario Landis,
obviando por completo el procedimiento acordado por el Alto Mando
Institucional, había ordenado que no se implementara la barrera en la Avenida
Bolívar y que en su lugar se colocara en los alrededores del Palacio de Miraflores
y lo más grave del asunto fue que el citado General había abandonado desde
tempranas horas de la mañana el Comando de la Guardia de tal manera de no verse
obligado a encarar de nuevo al Alto Mando.
Ya el día anterior,
el 10, se había presentado un impasse entre el General Francisco Belisario
Landis y el General Edgar Bolívar debido a que el primero acusaba al segundo de
golpista y de querer atentar en su contra.
La
“Red Tiburón”
Durante el
desarrollo de los acontecimientos, Venezuela pudo escuchar a través de los
medios, la utilización por parte del Presidente de la red “tiburón”, una
especie de red, más que privada, clandestina, pues era desconocida por la
mayoría del Alto Mando de las FAN y de cada uno de los componentes y por tanto
violatoria de la línea de mando del Ejército y de la Guardia Nacional.
El nombre de dicha
red se deriva del apodo que desde la Escuela de Formación de Oficiales se le
dio al General Francisco Belisario Landis.
Estaba compuesta por 12 radios, a través de los cuales el Presidente
podía comunicarse con oficiales inclusive hasta en el grado de Teniente Coronel
del Ejército pero excluía a Oficiales Generales en la línea de mando.
Paradójicamente, el
único que no se reportó en la red “tiburón” en los momentos de apremio fue el
mismo General Belisario Landis, quien tan solo apareció públicamente al día
siguiente, cuando cerca de las 10 de la mañana del 12 se presentó a la
Comandancia General de la Guardia Nacional a retirar sus pertenencias de la que
fue su oficina. Durante la alocución del
General Lucas Rincón en la cual notifica al país que el Presidente había
renunciado, el General Belisario tampoco estaba presente. Era el único Comandante General que no se
encontraba presente, pues adicto como era a autoproclamarse víctima de intentos
de atentado (existen varios antecedentes que así lo indican, como el de acusar
al Coronel Pulido Mora de intentar asesinarlo cuando ejercía el cargo de
Comandante de la Policía Metropolitana), en esta oportunidad huía del General
Bolívar Ramírez.
Piedras,
palos y cuchillos
Como la mayoría de
los venezolanos vieron por los medios televisivos, los partidarios del chavismo
fueron arengados por funcionarios del gobierno a defender la revolución hasta
con su vida, haciendo histéricos llamados a que se trasladaran hasta
Miraflores, aun antes de que la marcha de la oposición se dirigiera hacia allí.
Tales llamados
fueron hechos luego que el Ministro de la Defensa José Vicente Rangel le
ordenara a Freddy Bernal que activara los Círculos Bolivarianos, tal como lo
confirmó el Capitán Michael O'Brian Fossi, testigo circunstancial de la
conversación telefónica, hecho que por cierto fue la causa por la cual fue
expulsado arbitrariamente de las Fuerzas Armadas.
Freddy Bernal, Juan
Barreto, Ana Elisa Osorio, Iris Varela entre otros, acudieron a la frágil fibra
sentimental de los venezolanos para atraer hacia Miraflores como escudos
humanos a sus seguidores.
Resultaría ingenuo
creer que ante tan dramáticos llamados de los voceros del gobierno, sus
simpatizantes con posibilidades de usar armas no iban a hacerlo. Desde el día anterior, en la Comandancia
General de la Guardia Nacional, el cuerpo de Generales alertaban sobre la
necesidad de evitar que los partidarios el gobierno se confrontaran con los
asistentes a la marcha en caso que esta fuera dirigida hacia Miraflores y de
allí la necesidad de detenerla al inicio de la avenida Bolívar, a unos 2.5
kilómetros del lugar de concentración de los afectos al gobierno, que como
mencioné anteriormente no se hizo, debido a la temeraria orden del General
Belisario Landis de mudar el dispositivo hasta Miraflores.
Hospitales
de campaña y “defensa en posición”
Como en una guerra
declarada, el gobierno se “atrincheró” en Miraflores. Tanto a los Guardias
Nacionales como a los civiles, se les insistió en la versión de que el objetivo
de la marcha era asaltar a Miraflores y asesinar al Presidente allí mismo. Frente al Palacio, en plena avenida Urdaneta
se colocó una tarima desde donde se hicieron las convocatorias y las arengas a
sus partidarios, mientras que internamente se instalaron carpas hospital, en
las que más tarde se atendieron a quienes resultaron heridos en Puente Llaguno
y la avenida Baralt.
Era tal el ambiente
de exaltación que algunos Guardias Nacionales hicieron uso de sus armas y
existen grabaciones de instrucciones por radio a miembros de la Casa Militar
para que dispararan sobre personas en particular e inclusive de un efectivo
solicitando permiso para efectuar disparos de precisión. Hasta el presente, aunque fueron
identificados, estos efectivos no han sido procesados.
Efectivos adscritos
al Comando Regional Nro. 5 manifestaron en los días siguientes, que habían sido
alertados que los manifestantes “venían armados hasta los dientes”.
La
cadena
A pesar que el
gobierno tenía todos los recursos para detener la marcha, no los empleó, sino
que por el contrario, Tiburón 4, el General Belisario Landis en contra de lo
acordado por el Estado Mayor de la Guardia Nacional desde el día anterior,
ordenó que no se instalara el dispositivo.
Cuando se iniciaron los disparos en la avenida Baralt, los cuales podían
escucharse desde Miraflores, el Presidente dio inicio a una cadena de radio y televisión
que evitaba que los medios transmitieran imágenes de lo que estaba
ocurriendo.
Esta estratagema fue
burlada por algunos canales, los cuales comenzaron a transmitir simultáneamente
la cadena y las escenas de la calle, por lo que se dio la orden de silenciar a
los medios que habían “partido la pantalla”. Sin embargo era tal la tensión a
la que se sentía sometido Hugo Chávez, que llegó a pedir durante su incoherente
alocución, que Dios les enviara (a los manifestantes) “un rayo” al que le
agregó luego de dudar un instante “de entendimiento”.
Esta cadena
constituye uno de los elementos más indicativos por parte del gobierno de
ocultar a la población y al mundo, las imágenes resultantes del uso
indiscriminado del poder y de perversos mecanismos para incentivar por medio
del odio y del temor la lucha entre hombres y mujeres de un mismo pueblo.
A la versión
difundida en la tarima exterior de que el se acercaba el asalto a Miraflores
para asesinar al Presidente, éste en su cadena preguntaba “a que vienen a
Miraflores?” , “que buscan aquí?”
Los
francotiradores
El pasaje más
sombrío de ese día fue el accionar de presuntos francotiradores apostados en
los hoteles Ausonia y Edén. Como dato adicional, ambos hoteles son usados para
alojar temporalmente a las personas que son asistidas socialmente por la
Presidencia como producto de los “papelitos” que le hacen llegar al Presidente o a miembros de
su comitiva durante sus giras por el interior del país. En el Eden también estuvo alojado en el año
2004, con los gastos pagados por la Vice Presidencia de la República, el cubano
Juan Alvaro Rosabal, agente del G2 cubano, actualmente radicado en Margarita,
luego de que oficialmente fuera enviado como “cadáver” a Cuba después de su
“asesinato” en Caracas.
Los efectivos de la
Casa Militar, cuya misión permanente es ocupar los lugares prominentes o
dominantes mientras se moviliza el Presidente o cuando se considere necesario,
no pudieron localizar a los francotiradores que disparaban contra los
manifestantes y contra los simpatizantes del gobierno, pero si ubicaron al
equipo de reporteros que tomaban las imágenes de los pistoleros de Llaguno
disparando contra los manifestantes.
Contra todas las
personas que resultaron detenidas o enjuiciadas por presuntamente haber
disparado contra chavistas y opositores el 11 de abril, no se ha podido sustentar ninguna de las
acusaciones y se encuentran libres. Las decisiones judiciales dictadas hasta
ahora corresponden a los “Pistoleros de Llaguno” quienes fueron burdamente
absueltos y declarados “héroes de la Patria”, mientras que a los “chivos expiatorios”
de la Policía Metropolitana se les condenó en un juicio injusto, inmoral y de
triste recordatoria.. Cabe entonces
preguntar, por que ha sido tan difícil localizar a los francotiradores?
Hasta el momento, se
desconoce con que armas y quienes causaron las muertes y heridas a las
víctimas. La actuación de la “comisión
de la verdad” fue saboteada por el mismo gobierno. Los actores principales por parte del gobierno
se encuentran bien lejos con cargos diplomáticos, con la excepción del General
Belisario Landis, quien debió ser destituido de su cargo en República
Dominicana en el año 2009 se sumió en el anonimato. Este hombre y algunos más tendrán muchas
preguntas por responder en el futuro para determinar la causa de los afanosos e
irresponsables intentos del gobierno chavista por inculpar a priori a cualquier
adversario de las muertes del 11 de abril del 2002, obstruir cualquier
investigación futura y ocultar cualquier vínculo con los sangrientos hechos.