domingo, 21 de junio de 2009

Las Fuerzas Armadas Eunucas

No es que se volvieron… eran.

En las líneas que a continuación les hago llegar, podrán encontrar detalles que les indicarán la posición actual de las Fuerzas Armadas Venezolanas. Como llegaron a ser tan obedientes y serviles. Por que el liderazgo se perdió como valor esencial en todos los componentes. Como desde la IV República se preparaba el terreno para que cualquier tirano las pisoteara a su antojo. Verán quienes fueron los responsables de que el gobierno del Presidemente Hugo Chavez encontrara la mesa servida para la violación más repulsiva de los valores institucionales.

El punto de vista desde el cual se narra el desastre institucional, es el de la Guardia Nacional, pero la matriz de actuación ser repetía de manera idéntica en todos los componentes y en todos los grados. Estas no fueron las causas por las cuales insurgió Hugo Chávez, sino el escenario que se fue preparando para que encontrara apoyo dentro de una institución sin líderes y para que la resistencia fuera mínima.

Desafortunadamente la conducta general de la institución armada fue delineada de esa forma por años y en ese comportamiento se fundamentan las acciones a las que conduce la política militar del Presidemente Chávez.

Desde que el Dr. Rafael Caldera asumió el poder en el año 1994, comenzó a hacerse sentir en el ámbito militar, sobre todo en el Ejército, la presencia de su yerno, el General Rubén Matías Rojas Pérez al igual que la de su ex edecán el General de División retirado Aníbal Ribas Ostos, quien fue nombrado Director de la DISIP. Este oficial quien durante su trayectoria profesional nunca había descollado por su méritos militares, a no ser que fueran considerados como tales sus méritos deportivos en el área de equitación, fue nombrado jefe de la Casa Militar del Presidente. Desde allí ejercía presiones sobre las cuatro fuerzas y en consecuencia recibía respuesta efectiva de algunos generales obedientes en extremo. En el caso de la Guardia Nacional, fueron notorios los generales Julio Cesar Peña Sánchez, Euro Luís Rincón Vitoria, Freddy Alcázar Weir, Francisco Belisario Landis y Ramón Antonio Rodríguez Mayol. Cada uno de ellos debía triunfar sobre un oficial incómodo o menos obediente y fueron todos usados como verdugos de sus propios compañeros.

A raíz del triunfo electoral de la coalición en torno al partido Convergencia, fue removido del cargo como Comandante General con solo seis meses de gestión (caso tan inusual como el cambio extemporáneo del Ministro de la Defensa) el General de División Pedro Romero Farías, mientras que su sucesor natural, el General de División Jesús Rafael Caballero fue dejado fuera de la línea de mando institucional, por lo que asume la comandancia de la Guardia Nacional el General de Brigada Julio César Peña Sánchez.

Por su parte, el General Euro Rincón Viloria, protegido del General Rivas Ostos ascendió a General de División para posicionarse sobre la extraordinaria capacidad e idoneidad profesional del General de Brigada Félix Rodríguez Sequera. A los Generales Freddy Alcázar Weir, Francisco Belisario Landis y Ramón Antonio Rodríguez Mayol les llegaría su momento de “triunfo” posteriormente, en la medida en que sus promociones progresaran.

En julio de 1994, mi panorama profesional lucía oscuro. Veía en los cargos vértice de mi institución a generales capaces de truncar las aspiraciones de nobles y abnegados subalternos por satisfacer los caprichos de políticos (tal como ellos lo habían visto y criticado anteriormente) y ahora, los del yerno del Presidente, de su ex edecán y jefe de la policía política y de aquellos subalternos que desde abajo presionaban ejerciendo el poder que les atribuían sus amistades en la Casa Militar o en la DISIP, tal era el caso de los generales Alcázar Weir y Rodríguez Mayol.

Llegado el momento decisivo para los mi ascenso a Coronel, la Junta Superior de las Fuerzas Armadas, ratificó el primer lugar que de acuerdo a las evaluaciones me correspondía y ordenó efectuar los cambios correspondientes, gracias a las posiciones institucionales que presentaron, con la excepción del General Peña Sánchez y el General Rojas Pérez, los demás distinguidos oficiales generales miembros del alto mando militar, especialmente el Ministro de la Defensa de ese entonces el General de División Moisés Orozco Graterol y el Comandante General de la Aviación, el General de División José Luis Paredes Niño.

En cuanto a los ascensos a General de Brigada fueron ascendidos los Coroneles Francisco Belisario Landis, José Nakata Guerra, Rafael Damiani Bustillos y Edgar Chirinos Navas. En este proceso, el oficial con las mejores perspectivas era el General Rafael Damiani Bustillos, no obstante fue relegado al tercer puesto.

Durante el año en que cumplí funciones como comandante del Cuerpo de Cadetes (agosto 1995-julio 1996), fui designado jefe de una Junta de Apreciación para ascensos para suboficiales profesionales de carrera (Organismo colegiado de carácter temporal, el cual tiene como función analizar y evaluar el desempeño y los méritos obtenidos por el personal militar durante el grado actual, con la finalidad de determinar su opción para ascender al grado superior y el lugar de la promoción que ocupará). En mi trabajo de análisis de la información inicial aportada por la Junta Permanente de Evaluación descubrí un error general en los cálculos de las calificaciones que conformaban el Orden de Precedencia Inicial (OPI) de todos los Oficiales y SOPC y así se lo informé al General de Brigada jefe de la Junta Permanente de Evaluación, el General Francisco Belisario Landis, a quien puse en cuenta del impacto del mismo en los órdenes al mérito de las promociones sujetas a dicha evaluación.

La respuesta obtenida del General Francisco Belisario Landis fue que el OPI ya había sido enviado al General Rojas Pérez, quien legalmente no tenía ninguna inherencia al respecto, pero que de hecho era quien decidía quienes no debían ascender o en que posición debían ascender, independientemente de lo que los valores numérico objetivos arrojaran y que ya no era posible hacerle cambios para subsanar el “error”.

Casualmente, en julio de 1996 enviado a trabajar a la Junta Permanente de Evaluación y pude determinar que el error descubierto el año anterior no era tal, sino que deliberadamente se manipularon los cálculos para favorecer a algunos Oficiales, generalmente los denominados pupilos, afectando notablemente promociones completas.

Mientras cosas como estas ocurrían en la Guardia Nacional, igual sucedía en las otras Fuerzas, en las que los oficiales generales incondicionales y sumisos a los generales Rojas Pérez y Rivas Ostos, iban cuadrando sus fichas sin importar los méritos bien ganados de otros oficiales. Con sus acciones fueron eliminando el liderazgo natural en la institución armada.

En la Guardia Nacional, el General Euro Luís Rincón Viloria sucedió en el cargo al General Peña Sánchez, quien a menudo se atemorizaba por cualquier decisión que estuviera a punto de tomar, con la excepción de las acciones dirigidas contra sus subalternos. Detrás de éstos indecisos y sumisos generales se encontraba el General Rodríguez Mayol, quien era el conducto por el cual bajaban y causaban estragos entre al oficialidad, las órdenes y los deseos de los Generales Rojas Pérez y Rivas Ostos.

Mientras el tiempo pasaba, los manipuladores institucionales, conspiradores contra el liderazgo natural de la Guardia Nacional continuaban trabajando. Para el año 1998, correspondía el Comando de la Guardia Nacional al General de División Gerardo Rangel Parra, el único General de División de su promoción “II Batalla de Valencia”, posteriormente le correspondería en 1999 a un Oficial de la promoción “Batalla de Ospino”, la cual no contaba con ningún general de división pues desde el año 1996, año en que le correspondía su primera opción a ascenso, las maniobras por evitar que los más caracterizados y capaces de dicha promoción escalaran posiciones. A continuación, en el 2000 tocaba el turno a la promoción Batalla de Maturín, en la cual se encontraban el General Gerardo Briceño García con la primera opción institucional y el General Freddy Alcázar Weir con el apoyo del grupito guillotinador del liderazgo natural de la Fuerza.

Pues bien, en ese año de 1998, año electoral, se involucró injustamente a todo oficial que resultara incómodo a los intereses de este grupo, con el candidato presidencial Hugo Chávez. El General Luis Rangel Parra y el General German Germán Varela Araque fueron dejados sin cargos y asume la comandancia de la Guardia Nacional el General Freddy Alcázar Weir, con perspectivas para comandar la institución por tres años, pues su pase a retiro se produciría en el 2001. Así, no solo pasaba por encima de dos promociones, sino por arriba de varios oficiales más antiguos en la Fuerza.

Para diciembre de 1998, los oficiales más respetados de la institución se encontraban retardados en sus ascensos, en sus casas o ejerciendo cargos no acordes con sus capacidades, mientras que los amigos de Rojas Pérez, Rivas Ostos y Rodríguez Mayol, sembraban el terror entre los oficiales superiores y subalternos, los SOPC y la tropa de la institución. Mientras tanto, aquellos ex comandantes generales que habían abierto el camino a tal estado de cosas, comenzaron el descenso hacia el olvido y el anonimato. Es sabido, que los valores institucionales que se siembran en nuestra conciencia durante los años de formación no nos abandonan por completo y que de vez en cuando, aquellos que con sus acciones los enterraron, los sienten emerger para avergonzarlos frente a los demás y frente a sí mismos.

Tal situación comenzó a configurar en mi mente una cruda realidad. Durante varios años sostenía frente a mis subalternos la existencia de dos Guardias Nacionales: Una Guardia Nacional dorada, llena de virtudes, con hombres honestos y rectos y en contraposición, una Guardia Nacional negra, repugnante, plagada de hombres viles y cobardes, deshonestos, llenos de vicios y maldad. El nuevo esquema me indicaba, que a la par de la Guardia dorada y la negra, una superposición de intereses acomodaticios las unía como producto de la falta de vocación institucional de aquellos de sus miembros que vieron en nuestra Alma Mater no una forma de prepararse para servir a la patria, sino un vehículo para servirse de ella. Estos Guardias Nacionales, en cualquiera de los estratos del mando en que se encontraran, se comportarían como empleados y estarían dispuestos a aceptar jefes sin importar su calidad moral. Solo querían servir y servirse sin tener problemas. Solo aspiraban un salario y un uniforme que sostuvieran a su familia y satisficiera sus necesidades.