Asquerosa herencia de la IV República que trata de subsistir al precio que sea en el Socialismo de Chávez.
Una de las formas despectivas que los militares utilizamos para referirnos a aquellos repugnantes individuos que ante sus superiores, solo son capaces de contestar “Ordene” y “Entendido” antes de lanzarse en rauda carrera a cumplir cualquier orden, por muy absurda que fuera, era llamarles “tuqueques”. Así, al escuchar que alguien era un “tuqueque”, inmediatamente ya sabíamos que cualidades se les estaba atribuyendo.
Juraría que todos ustedes saben que es un Tuqueque (Thecadactylus), ese pequeñísimo reptil que todos hemos visto alguna vez en alguna casa y que actúa beneficiosamente al alimentarse de insectos como arañas, cucarachas y moscas. Hasta ahora seguramente no encuentran la similitud entre el tipo de militar al que más adelante voy a referirme y este útil y simpático animalito, pero la misma no crean que tiene que ver con la función que cumplen, sino con un movimiento “afirmativo” que el pequeño reptil realiza cuando se dedica a sus labores.
Durante los 31 años de mi vida que dediqué a la Guardia Nacional, conocí a muchos “tuqueques” a quienes llegué a odiar profundamente, porque contrariamente a lo beneficioso que puede resultar un pequeño Tuqueque para una vivienda, el “tuqueque” militar puede resultar muy peligroso, dependiendo de la orden que se le imparta.
Muchos “tuqueques” llegaron incluso a ser, gracias a la habilidad que desarrollaron, comandantes generales de sus Fuerzas, como producto del pisoteo de los méritos y excelentes gestiones de sus compañeros, con mayor vocación militar, potencial profesional, capacidad y aptitudes para el mando.
En plena vigencia de la IV República, estos “tuqueques” atendiendo a los deseos que su pequeño cerebro reptiliano transformaba en órdenes, obedecían a superiores, políticos, ministros, gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, empresarios, incluyendo a sus respectivas esposas, amantes o amigas, y en general, a cuanto individuo con poder para influir se les acercara, generando como primera señal perceptible para el peticionario, un genuflexo y acentuado movimiento afirmativo, invariablemente acompañado por un “no se preocupe”, “no hay problema”, “entendido”, “sus deseos son órdenes”, “no faltaba más”, “de inmediato me ocupo de eso”, etc acompañado además por una cabeza gacha, un apretón de manos o un golpe seco de tacones.
Acto seguido, la repudiable transformación de la caricatura militar vil y arrastrada, en el prepotente y autoritario “Jefe” frente a sus subalternos o a quienes deberían ejecutar la orden, reforzada con amenazas de arresto, cambios a zonas inhóspitas o calificaciones bajas. Muchos subalternos de estos “tuqueques” copiaban el modelo y así la estirpe se iba reproduciendo de promoción en promoción, de tal manera, que la revolución de Chávez cuenta con un buen número de “tuqueques” con los cuales aterrorizar al país.
El ejemplo más reciente, es el triste espectáculo generado por los comandantes de la Armada y la Guardia Nacional durante el Aló Presidente del pasado domingo 15 de marzo. En la cara de estos dos “tuqueques” degenerados, se llegó a notar un rictus de vergüenza en el momento en que vocalizaron el “entendido” de rigor, pero su instinto primitivo de reptiles fue más poderoso que sus conciencias y no esperaron ni siquiera que el desvergonzado show terminara, porque de inmediato comenzaron a emitir desde allí las órdenes necesarias para dar cumplimiento a la orden ilegal impartida por el loco que tenían en frente. Sus neuronas no llegaron a hacer la sinapsis necesaria para que se les iluminara por un segundo la senda del bien y la cordura, al contrario, su entrenamiento en el abominable arte de sacarle provecho a sus posiciones privilegiadas dentro de las Fuerzas Armadas, hicieron que por su mente desfilaran en esos segundos todos los beneficios que podrían obtener una vez que fueran dueños y señores de los puertos que les ordenaban tomar.
Al comandante de la Guardia no le importó en ese momento la usurpación de funciones en la materia de Resguardo Nacional y Seguridad de Puertos en las que incurrirá la Armada en El Guamache y Puerto Cabello, ya encontrará que negociar a cambio, pero créanme que el de la Armada de inmediato si recordó la histórica apetencia de este componente por tales funciones.
Pero el peligro que estos “tuqueques” representan para el país y para los venezolanos no solo se refiere a la toma militar de estos puertos, la cual no pasa de un acto simbólico, porque de hecho la Guardia Nacional está presente en todos ellos, sino que se trata de una maniobra para producir cambios a nivel operativo dentro de los mismos, desplazando a los tradicionales contrabandistas para reemplazarlos por elementos vinculados a la seguridad de Estado con fines inconfesables. Que materiales de naturaleza no ventilable públicamente van a circular de entrada o de salida por dichos puertos? La militarización presupone la salida de muchos civiles inconvenientes dentro de la estructura operacional de los puertos y la creación de áreas de seguridad dentro de los mismos, donde elementos extranjeros ejercerán el control y la seguridad interna.
Con cada paso que Hugo Chávez da, está simplemente haciendo un reconocimiento o “tanteo” de la disposición de sus “tuqueques” para cumplir sus órdenes sin racionalización o discusión alguna, lo que le permitirá ir escalando en sus exigencias, hasta que tenga la seguridad de que otras órdenes ilegales serán cumplidas con total exactitud. Tal vez no llegue el día en que Hugo Chávez en medio de su show mediático llegue a ordenar: “… y si el pueblo se pone cómico, me le caen a plomo” pero si en la obscura intimidad de Miraflores, tal como lo hizo un 11 de abril, a través de una red clandestina como la red “Tiburón” impartirá las órdenes necesarias para que sus “tuqueques” manchen nuevamente con inocente sangre venezolana, sus manos y sus conciencias, mientras que él descaradamente busca en quien descargar su culpa