Perder el poder les asusta, pero aún más, el tener que rendir cuentas.
Mantenerse en el
poder frente a un país inerme durante 13 años ha resultado fácil para el
chavismo, pero lo que ha sido muy difícil y que se convirtió en un símil de la
leyenda mitológica de Sísifo, ha sido tomar el control total de la vida de los
venezolanos. Muchos han sido los embates que ha lanzado contra nuestro pueblo
este voraz gobierno, el cual se ha mantenido en el poder tan solo por el
pacífico empeño de los venezolanos en tratar de llevar en socialismo la vida
que acostumbraron por años y no como resultado de la sistemática aplicación de
los métodos comunistas utilizados en otras latitudes para subyugar a los
pueblos.
El
Sísifo venezolano.
Afortunadamente para
los venezolanos, gracias a la imposibilidad del gobierno para acudir al método
violento que se conoció en Cuba, la tardía pero efectiva condena internacional
a las violaciones de los Derechos Humanos en Venezuela, el avance de la
tecnología y las comunicaciones, la resistencia de algunos grupos, gremios e
individuos a sucumbir, aunados a la ineficiencia, avaricia, mediocridad y
cobardía de los súbditos de la Corte de Miraflores, han hecho que la película
venezolana ruede luego de tantos años en cámara lenta, hasta el punto en que la
roca que empuja el Sísifo criollo nunca alcanza la cima de sus aspiraciones,
sino que por el contrario, en vez del gobierno hacer esfuerzos para empujarla,
más bien hace desesperados intentos para evitar ser aplastado por el peso de su
martirio revolucionario.
Pareciera otra
coincidencia con el mito, el carácter punitivo que adquiere el obstinado
esfuerzo del gobierno para “coronar” su proyecto revolucionario, a pesar de los
retardos, paradas abruptas y retrocesos que ha sufrido todos estos años, frente
a la empinada cuesta que representa la voluntad de los venezolanos. Para colmo,
tal castigo al chavismo se agrava en uno de esos momentos en que parecieran
acercarse a la meta, cuando al sometido a la penuria, tal como en la mitología,
los dioses le añaden una enfermedad, para el Sísifo de la historia una ceguera
que eternamente lo acompañará en su castigo y para Hugo Chávez algo peor, que
no augura sufrimiento eterno ni de larga duración, sino más bien un final
prematuro o a mitad de la cuesta. Diríamos que en términos militares que el
chavismo aunque alcanzó la victoria, no ha ha podido consolidar el objetivo, y
por “los vientos que soplan”, cada vez se aleja más de consolidarlo, hecho que
le arrebata el carácter victorioso para adjudicarle el de “intento fallido” por
alcanzar el poder total.
Ahora que el
chavismo parece “ahogarse en la orilla”, comienza de nuevo el acostumbrado
despliegue de advertencias, amenazas e intimidaciones para evitar que la
oposición, ubicada en la senda correcta, la electoral, no incurra en el error
de cambiar hacia la vía “De Facto”, posibilidad que ni el más desprevenido
aprendiz de analista político podría considerar.
Pero tales
advertencias del gobierno no solo no tienen fundamento, sino que forman parte
de una operación psicológica de desinformación dirigida tanto hacia la
población civil como a las Fuerzas Armadas, para sembrar en el subconsciente de
todos los venezolanos enemigos inexistentes. Pareciera que el Sísifo venezolano
está empujando de nuevo la piedra, pero esta vez el miedo que se le devuelva
definitivamente y para siempre lo está alejando de su propósito inicial. Así
será el miedo de Hugo de perder definitivamente su roca, contagioso por cierto,
que el cáncer que amenaza con aniquilarlo es nada, comparado con la idea de la
pérdida del poder. Tal vez por eso su frase “Que es un cáncer pa’ mi?”
El
día que se les devolvió la roca.
En este orden de
ideas, el pasado 12 de febrero se convirtió en un día nefasto para el chavismo,
el cual se nota confundido y más ineficiente que nunca. Ese domingo, la roca chavista rodó cuesta
abajo un buen trecho, tanto que el mismo Tribunal Supremo de Justicia tuvo que
salir al rescate, el por cierto generó más desasosiego en el chavismo debido a
que en su premura cometió una serie de exabruptos en los que arrastró al máximo
tribunal del país al pantano político.
Como consecuencia inmediata de su improvisado intento de reeditar la
“lista Tascón”, en el seno del TSJ se produjo una extraña sentencia con un año
exacto de anterioridad, no solo al hermoso acto electoral cuyo resultado se
buscaba empañar, sino a la solicitud del solicitante, el señor Rafael
Velasquez.
Tan confiado estaba
el gobierno de que el resultado de la votación iba a ser tan bajo como sus analistas
lo estaban pronosticando, que no habían pensado en ponerle la mano a los
cuadernos de votación para amedrentar a los “pocos” venezolanos que iban a
votar. Es solo ante la magnitud de su
error de apreciación, que deciden tardíamente usar un procedimiento de
emergencia, siendo el más expedito el de acudir a sus cancerberos del Tribunal
Supremo. El miedo los había
paralizado. Su cerebro y sus miembros
dejaron de funcionar por más de 24 horas.
La confusión en Miraflores habla más del miedo que de la desorganización
de la cual adolece la revolución enferma de cáncer como su mal llamado “líder”.
Con
dificultades en el último round.
A la altura en la
cual se encuentra la vida política venezolana, que un gobierno, con 13 años en
el poder, poseedor de la chequera petrolera más abultada de la historia
económica venezolana, amo de los demás poderes del Estado y para colmo con los
servicios de inteligencia cubano y venezolano a su servicio, equipados con la
última generación tecnológica en la materia, se manifieste sorprendido e inerme
ante un hecho que debió ser previsto hasta por el más analista más inexperto
y resulta la evidencia más estremecedora
de que el aire se le acabó justo cuando más le hacía falta. El gobierno y
todos, pero todos su adláteres, se aferraron a la teoría más simple, la de que
el pueblo les pertenece y que la oposición es un espejismo. Cuan avestruz criolla, hasta los defensores
más recalcitrantes de la revolución, se conformaron con pronosticas una baja
participación e incluso, algunos hasta se burlaron por la inminencia de la
suspensión del proceso de primarias, como si con eso salieran de todos los
problemas en los que están metidos.
Ahora que se acerca
el final de la pelea, como cualquier boxeador que se aleja del cuadrilátero el
gobierno se alejó de la realidad de nuestro país y al volver a las cuerdas
recibió un derechazo ante el cual no sabe que hacer.
La voluntad popular y el encomiable esfuerzo de una Mesa
de la Unidad que nunca perdió el norte, ha propinado el golpe más fuerte que ha
recibido el gobierno en su larga data de usufructo de un poder efímero. En Miraflores hay pánico, pero también lo hay
en muchos otros lugares pintados de rojo.
La hora de rendir cuentas se acerca inexorablemente. Frente a un chavismo teme perder porque tiene
mucho que perder. Venezuela por el
contrario, tiene mucho que ganar.