En los pasillos del IAEDEN se inició una serie de puntos de coincidencia, que me indicaron que podía confiar en Baduel.
Era el año 1997 y como premio por haber ocupado el primer lugar en el ascenso a Coronel aún en contra de la voluntad de un grupo de generales del Ejército y de la Guardia Nacional, fui “recompensado como premio de consolación” con la posibilidad de realizar el curso de Altos Estudios para la Defensa Nacional en el IAEDEN en la avenida Los Próceres, en Caracas, cuando en realidad por justicia, me correspondía desde el año anterior estar realizando el mismo curso en el Colegio Interamericano de Defensa en Washington. Por enésima vez, el hecho de ser un oficial incómodo para mis superiores amantes del Whisky, los regalos y la adulancia muchas veces traducida en dinero, había sido relegado de otro de los incentivos que solo por mérito podían obtenerse dentro de la Fuerzas Armadas. Cosas de la IV República, que en la V ocurren con mayor frecuencia.
En medio de aquellas cuatro paredes en cada receso, en el comedor y en las aulas, entre murmuraciones por los desatinos económicos del gobierno de Caldera y los comentarios sobre las arbitrariedades cometidas por su yerno, el General Rubén Matías Rojas Pérez, en el seno del Ejército y del General Ramón Antonio Rodríguez Mayol en la Guardia Nacional, comencé a conocer entre otros, a Raul Isaías Baduel, un callado y observador Coronel del Ejército, muy protocolar y ordenado en su forma de expresarse y algo excéntrico en sus costumbres y en su comportamiento en la mesa, quien a pesar de ser compañero de promoción de la Academia Militar, no compartió conmigo ninguna experiencia profesional ni relación personal alguna. No me pareció muy inteligente, tal vez por lo impenetrable de su personalidad, rodeada casi siempre de un halo de confidencialidad, me imagino, que estigmatizado por el rumor para esa época, de ser uno de los “comacates” que juraron ante el samán de Güere liberar a Venezuela del cada día más decadente desmadre democrático instaurado luego de la huída del General Marcos Pérez Jiménez, a quien no me refiero como dictador, porque tal apelativo no le favorecería si lo tiene que compartir con Hugo Chávez.
Entre las características que pude observar en él, la más importante era su capacidad de análisis y en tal sentido, en el transcurso del año que duró el curso, siempre me sentí escudriñado por este silencioso y recatado oficial. Una vez que terminó el curso, nuevamente nos tragó la dinámica de nuestros quehaceres profesionales y pocas veces tuvimos contacto, pero en las oportunidades en que fue menester, el mismo siempre fue amplio y fraterno, al igual que con otros oficiales que fueron fundamentales en los primeros meses de gobierno de Chávez. De ahí en adelante, Raul Baduel fue para mí, un honorable Oficial, confiable y leal. Luego, nuestros caminos divergieron el 11 de abril del 2002, hasta el punto que en una oportunidad, un coronel de la Guardia Nacional, amigo en común, me confió que durante un acto oficial se había permitido darle de mi parte un saludo, que por supuesto yo no le había enviado y la respuesta de mi amigo Baduel fue que él “no saludaba a traidores”.
Este “recado” traído por el coronel no me produjo efecto alguno, pues al fin y al cabo, en los 25 años previos al IAEDEN no había conocido a Raúl tal como a Maza Contreras o a muchos otros compañeros del Ejército y yo tampoco me habría atrevido a saludarlo pues él era uno de los responsables de la reposición en el poder, del autor intelectual de la muerte de tantos venezolanos en Caracas el 11 de abril, cuenta que aún, Hugo Chávez tiene pendiente con todos los venezolanos y que tarde o temprano la Justicia le reclamará.
Hoy que me entero que ha sido detenido arbitrariamente por una banda de facinerosos amparados detrás de credenciales del DIM, no dejo de sentir pena por mi amigo Baduel. El hecho que hayan rastreado sus llamadas telefónicas con los mismos equipos cuya compra autorizara mientras fue Ministro de la Defensa y que tal vez entre sus captores se encuentre algún ascendido de su propia mano, o que seguramente una vez en la intimidad del vehículo donde era conducido algun subalterno le haya escupido la cara o que al empujarlo hacia el interior de una camioneta le haya dicho “súbete traidor”, no deja de indignarme.
Como si lo ocurrido fuera poco, más tarde una repugnante verdugo judicial, en concertado contubernio con el dictador, dictó la sentencia más abominable que haya manchado tribunal alguno de la República. Esta desdichada arpía del Derecho que tomó años para madurar su vergonzosa decisión, “absolvió” de su culpabilidad sobre las muertes del 11 de abril del 2002 al asesino Hugo Chávez, valiéndose para ello de una sentencia condenatoria sobre los funcionarios policiales que enfrentaron ese mismo día los enfurecidos seguidores del perverso Presidente del país dirigidos por el alcalde Freddy Bernal y a los francotiradores comandados por el Tcnel. José Rodríguez Torres.
Es cierto, me duele y me hace rabiar el que “venezolanos” apasionados por el dinero, por el “jalabolismo” extremo, militares o civiles movidos solo por conveniencia y lo que es peor, mal olientes por las heces fecales que casi se les salen del miedo y agigantados por la sensación de poder y el apoyo de la gavilla, cumplan no solo las ilegales instrucciones que reciben, sino que van más allá de lo que ellos llaman “deber”.
En mi época de cadete, alguien me enseñó que “verdugo no pide clemencia”, y como tal, bien sea quien que haya sido verdugo o vaya a serlo, debería soportar en silencio los vejámenes de esta ralea de delincuentes, pues al fin y al cabo, en nada cambian lo hecho y lo dicho. Lo expresado por la persona que encaró a la esposa de Raúl Baduel cuando iba a hacer uso de su teléfono, seguramente que le valdrá una felicitación y una asignación para que nuevamente repita su gran gracia y al energúmeno que le quería cortar el cinturón de seguridad, seguro que lo van a ascender o le van a dar una condecoración, aunque el mal nacido tal vez prefiera un premio en metálico, si es que no se autogratificó, metiéndole la mano en la cartera de Baduel. Por otra parte, una apelación frente a la sentencia de la Juez Marjorie Claderón, mediante la cual “repartió” más de 200 años de prisión con sádico gozo, parece que legitimara tan increíble exabrupto, de no ser porque se trata de uno de los derechos más preciados del ser humano.
Mi mensaje a todo el pueblo de Venezuela, aunque este escrito solo llegue a unos cuantos, es que vayan haciendo su lista, porque no solo Tascón tiene derecho, porque todo el que cometa delito amparándose en que el único que va a “pagar el pato” es el loco Hugo Rafael, está equivocado. Si no, fíjense en el caso de los oficiales del cono sur que actuaban como estas ratas en la época de las dictaduras militares en Argentina o en Chile, no hay que irse tan lejos como a Nuremberg o a la Alemania de Hitler. Ahora esos subalternos que intentaron ampararse en la “obediencia debida”, están más presos que sus propios jefes.
Venezuela debe estar pendiente de estos “esbirros”, porque hoy patean y empujan a un exministro de la defensa, mañana lo acuchillan, de día disparan palabras hollywoodenses, de noche enmudecen y disparan balas. La intensidad de actuación de estos pobres diablos irá subiendo en la medida en que la situación siga calentándose y si algún día Hugo Chávez llegara a instalar campos de concentración en Venezuela, distinguirá a los escuálidos con una “Z” o con una “Ch” sobre sus vestidos, mientras que sus matones disfrutarán cazando opositores como patos en las calles, inmisericordemente, sin piedad, sin escrúpulo alguno.
Hoy no es día de alegrarse porque un exchavista ha sido detenido, porque no lo ha detenido la justicia, simplemente le están cobrando factura, la justicia es lo de menos. En este circo revolucionario, los payasos armados ya cumplieron su misión, ahora le toca a los payasos carceleros y luego a los sicarios leguleyos al servicio de Hugo Chávez, detrás vendrá Rosales, Capriles, López… y usted seguramente. Si Raúl Baduel se enriqueció durante su gestión, es justo que lo condenen por eso, lo injusto es que los hilos de la “justicia” obedezcan a uno de sus mejores amigos, quien en su infinita ignorancia, no tiene la capacidad de perdonar a un amigo que ya no piensa igual que él. Raúl Isaías, fortaleza. Ya te llegó el momento de demostrar que eres digno de la confianza del pueblo venezolano. Con respecto a los funcionarios policiales fusilados en audiencia por la “Ché Guevara” venezolana, también les pido fortaleza y paciencia: Esta presunta juez no los verá cumplir su sentencia, porque antes, temblorosa y llena de miedo, verá cuando a los venezolanos abrirles las puertas de la libertad.