domingo, 24 de julio de 2011

Ahora si, saquen sus alpargatas

... que lo que viene no es joropo precisamente.

Lejanos parecen los tiempos en que el humorista César Granados en Radio Rochela imitando al Presidente Luis Herrera Campins, puso a rodar la expresión presidencial “A ponerse las alpargatas nuevas, que lo que viene es joropo”. A pesar que tal expresión pertenece al refranero popular venezolano y que el ámbito de su aplicación podría asociarse a un distendido ambiente llanero, el Presidente Herrera lo trajo a la palestra pública en un momento económico desfavorable para el país, cuando se avizoraban problemas financieros graves para el Estado. Superada la coyuntura económica del período 1979-1984, el refrán dejó de tener la relevancia nacional que le diera su invocación por parte del pintoresco mandatario y posiblemente volvió a la cotidianidad de las vivencias de los venezolanos, donde fuera de cámaras y de micrófonos, aparece y desaparece sin consecuencias en la vida del país.

Sería imposible reseñar cuantas veces tal refrán alcanzaba el tope de los titulares del país, pero en algunas oportunidades y en boca de personalidades importantes e influyentes en la vida nacional, se dejó escuchar en momentos decisivos de la política nacional, como por ejemplo a raíz del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones de 1998.

Hoy, pasado más de un cuarto de siglo del salto a la fama del refrán en cuestión, pareciera que el anunciado joropo ya se encuentra muy cerca y que las alpargatas fueran a desaparecer del mercado nacional por agotamiento de las existencias. La actual coyuntura socio-política del país nos está indicando a gritos, que cambios trascendentales, de los cuales dependerá el futuro de los venezolanos, están por producirse.

Las condiciones para el jolgorio se perfilan cada día más favorables a que de un momento a otro, el arpa de los acontecimientos rasgue el silencio como preludio al zapateo. Una enfermedad de nombre desconocido, con sintomatología secreta y secuelas imprecisas, tiene muy ocupado al eventual invitado que se agarró para si solo el micrófono, las maracas y la palangana del guarapo, quien en cualquier momento tendría que salir corriendo para el baño con una diarrea, mientras los demás invitados a la fiesta, amigos, no tan amigos y enemigos del usurpador de la tarima, ya no pueden aguantarse las ganas de cantar, tocar y disfrutar de la fiesta.

Mas o menos así es el momento que vive la política venezolana, donde se presume que la fiesta podría proseguir de la manera en que nos hemos acostumbrado a disfrutarla, pero podría tener variantes. Lo que no podemos precisar es que tipo de música vamos a bailar, la cual precisamente no tiene que ser la que se estila. Las posibilidades de que el “socialismo del siglo XXI” se quede en el poder por la vía de la fuerza o de que la oposición acuda a la misma están descartadas por completo, la contienda tiene que ser pacífica pero podría ser traumática para cualquiera de las partes.

El hecho determinante de como se van a mover las piezas políticas es la enfermedad de Chávez, hecho que cambia todos los escenarios y alternativas, incluyendo los de la oposición. Esta situación afecta más a la alternativa chavista, la cual se encuentra en pañales en el sentido de la definición de un representante democráticamente válido, terreno en el que la oposición ha andado algún camino, lo cual podría ser una ventaja, si no fuera porque el estilo impuesto del otro lado es el de la selección a dedo, anti democrático pero eficiente método para evitarse los problemas de las diferencias individuales.

Si bien, el camino de la oposición parece estable e inalterable, por cuanto se reduce a la selección de un candidato opositor, una campaña electoral corta y a la espera de la fecha de las elecciones, el derrotero chavista es el enigma resultante de las múltiples opciones que se desprenden de la efectividad de los médicos que atienden a Chávez para curar o mitigar su enfermedad, de aquí la consideración de dar vida de nuevo al refrán criollo, pero con otra connotación: Lo que se le viene encima el devenir político venezolano es una tormenta de soluciones por ensayo y error intentadas por el oficialismo para quedarse con el poder, ante la cual, se tendrán que ensayar novedosas alternativas y antídotos democráticos.

El gobierno la tiene muy difícil ante la gama de posibilidades que se le presentan, que personalmente considero mínimas, sin embargo temo mucho sobre lo acertadas o desacertadas que pueden ser las respuestas de una oposición enfundada en la cotidianidad política y en la diversidad de criterios. Me causa cierto grado de aprehensión el uso que pueda hacer la oposición, de mecanismos tradicionales frente a los pataleos de ahogado que puede dar el gobierno.

Lo que viene no será una lucha política, sino un entreverado de trampas, engaños y zancadillas, en la que los malos del barrio tienen la fuerza, una contra la cual la razón no es suficiente, sino que será necesario apelar a la sagacidad, la astucia y la innovación. El enfrentamiento será entre dos colosos: uno de masa muy grande pero con la capacidad de virar en cualquier dirección en instantes y otro ligero, pero incapaz de cambiar de rumbo a una sola voz. El autoritarismo que mueve las estructuras del chavismo no es el enemigo a vencer, el verdadero enemigo esta dentro de la oposición, representado por la diversidad de opiniones, enfoques y apetencias, debilidades que restan en el momento de la toma de las grandes decisiones. Lo que el chavismo decide en un Aló Presidente, solo es imaginable de manera parcial o incompleta en las filas de la oposición luego de largos e interminables debates, donde a la larga siempre quedan disidentes.

Así que ahora si que vale en parte lo que decía César Granados “A ponerse las alpargatas nuevas...”, pero lo que viene no sabemos si es joropo o reggaeton. Así que es mejor que la Mesa de la Unidad empiece a ensayar unos bailecitos nuevos, no vaya a ocurrir que nos dejen sentados por el resto de la fiesta por no saber bailar.