domingo, 27 de marzo de 2011

Ni una tumba digna

La violenta Lina Ron mereció haber sido una mejor persona, pero su revolución no le deparó un destino mejor, ni siquiera una tumba digna.

Este fin de semana Venezuela me parece que estuvo aletargada y tal vez el único hecho que genere noticia hasta el día de hoy, sea el programa dominical del Presidemente, transmitido en cadena nacional. Solo frivolidades he encontrado en mi búsqueda por las las primeras página de los diarios venezolanos, con la excepción de las de sucesos, que reseñan las tragedias que tocan diariamente a la sociedad venezolana.

En su cotidiano recorrido, el país pareciera ser una versión de la historia del Titanic; Mientras unos beben, bailan, rien y cantan al compás de “Socialismo del Siglo XXI”, otros, que constituyen una extensa policromía social y económica, desde pasajeros hasta tripulantes, llevan a cuestas sus dramas particulares, sin imaginarse la magnitud de la tragedia que a todos, sin excepción, los espera mas adelante. Se me antoja que igual que el legendario barco, el capitán de ese navío llamado Venezuela, ignora los peligros del mar en que navega y confía en el carácter de “inhundible” que se le ha conferido al país y lo que es peor aun, que también ignora como deberá actuar en el momento en que se encuentre de frente con el iceberg que silenciosamente se acerca.

El pulso de nuestra Patria se le toma diariamente desde el exilio, cuando se escudriñan las páginas de internet en busca de la menor señal de que alguien en ese enorme barco puede estar oteando el horizonte o que podrá advertit el asesino bloque de hielo que flota semisumergido en la ruta de nuestro barco. Existen días en los que se siente que los pasajeros de nuestro transatlántico parecieran presentir que hay que cambiar el rumbo, pero otros, como los de esta semana que concluye, en que el siniestramente inexperto Capitán vuelve a tomar el control del timón. No obstante, los dos días de navegación del Titanic corresponden a casi dos años de trescientos sesenta y cinco días cada uno, menos unos 84 días menos, en los que el rumbo puede ser modificado por otro con mejores opciones.

En la infructuosa búsqueda de una señal que me anime para iniciar una nueva y esperanzadora semana en el exilio, con la seguridad de que en Venezuela alguien tiene la vista puesta en el derrotero correcto, me encontré de repente con la patética fotografía que encabeza mi artículo y en base a la cual hago algunas reflexiones: La de la tumba de Lina Ron en el Cementerio General del Sur.

Tengo que confesar, que ni siquiera intenté o llegué a leer alguna nota sobre su sepelio o a ver video o foto alguna del mismo. La noticia de su muerte la recibí con la mayor indiferencia; vale decir que no me alegré y mucho menos, que me haya producido algún sentimiento de pérdida o de condolencia, sencillamente, sentí lo que la gran mayoría de los venezolanos. Y si tal sentimiento pudiera ser representado gráficamente, pienso que la mejor expresión lo constituye la fotografía de la modesta y fría cobija de cemento que cubre la fosa que contiene el “infortunado” cadáver de Lina Ninnette Ron Pereira, al que califico de infortunado, no por el estado en que quedó ni por el proceso natural que se inició desde el momento que dejó de respirar, sino por la falta de fortuna que tuvo ese pobre ser mientras estuvo viva, al dedicar sus energías a la maldad y al albergar en su alma tanto rencor, odio y envidia.

El infortunio de Lina la acompañó toda su vida, hasta el punto que su amado Socialismo del Siglo XXI le rindió honores similares a los que le fueron rendidos a otro no menos infortunado, Danilo Anderson, en el momento de su “despedida oficial” de este planeta, solo que al momento de retirarse las cámaras, los medios y la publicidad, del calor revolucionario que animó su anarquismo, lo único que quedó fue una rústica plancha de cemento y las ostentosas coronas del gobierno, que al secarse fueron sustituidas por manojos de flores con latas como floreros, con un epitafio de piedritas colocado por un humilde seguidor de su partido U.P.V., quien bajo el convencimiento de que en las reglas de ortografía, lo que es bueno para las siglas de su partido es bueno para las palabras, le colocó un cartoncito que refleja su nivel cultural, con la inscripción “Mi. líder no. es. un adio. es. asta luego loco. † ron”, en el que destaca un punto en medio de cada dos palabras.

De veras que al ver la gráfica se me olvidó el Titanic, Venezuela y el destino común que los une y sentí lástima por la pobre Lina, como sentí lástima por la cantidad de compatriotas a quienes la revolución particular de Hugo Chávez, adalid de la “dignificación” de los venezolanos, no es capaz de ofrecer una vivienda decente, ni una tumba digna, ni los medios para satisfacer sus necesidades básicas. Tal vez el futuro de Venezuela en manos del “chavismo” se parezca a esa tumba. En las manos de millones de venezolanos, nacidos o no en Venezuela, está cambiar el rumbo desastroso que traemos desde el año 1998.

domingo, 20 de marzo de 2011

“Operación Retardatriz” fallida.

Hugo Chávez sintió en su boca el mismo sabor que le quedaba cada vez que reprobaba una tras otra, las materias de su Curso de Estado Mayor en el Ejército.

La expectativa desde el exilio sobre lo que ocurre en mi país tiene sus inconvenientes. Uno de ellos es la inmensa sensación de impotencia que me produce tener que ver desde la distancia lo que los medios transmiten sobre la realidad venezolana. El día de hoy, los hechos noticiosos mundiales más importantes eran para mí, en primer lugar el inicio de las operaciones militares por parte de la coalición de naciones en el territorio libio para proteger a la población del aplastamiento por parte del genocida Muammar Muhammad al-Gaddafi y como segundo, las secuelas del desastre natural y nuclear que afectan actualmente al Japón.

Sin embargo, por uno de esos comportamientos inducidos por el uso frecuente del Internet, debido al cual uno entra a la red con un cometido, pero de repente se encuentra leyendo o viendo cualquier otra cosa, ingresé al Noticiero Digital y me detuve a ver un video del acto circense de baja categoría protagonizado por el Presidemente de Venezuela en Catia, enfrascado en ese momento en la faena de asfaltar de una calle de esa zona, como inexperto operador de una pavimentadora, como continuación de su interminable “reality show” destinado a “engatusar” a los venezolanos más humildes.

A pesar que me mantenía firme en centrarme en la situación de Libia o en la de Japón solo con la intención de informarme, imaginariamente me quedé en la calle Simón Bolívar de los Magallanes de Catia viendo en cadena nacional, el robo de cámara que le hacía Hugo Chávez a Jackeline Farías, a Jorge Rodríguez y al Ministro Francisco Garcéz. En 6 minutos y 48 segundos, micrófono en mano, su principal arma para solucionar los problemas del país, Chávez se mostró extasiado, tal como lo hacía en su época de Capitán durante las fiestas patronales de Elorza o durante los fines de semana en Mantecal. Y es que me imagino que en su improductiva cabeza, el pueblo al que se dirige, sigue siendo aquel de hace 25 años en esa apartada región llanera.

Imaginé que sus adulantes asesores le dirían al final de la tarde “Señor Presidente, se la comió, así es que se gobierna”. Uno que otro le susurraría, “Mi Comandante en Jefe, hoy subió 20% en las encuestas” o “que bien manejaba la pavimentadota Mi Comandante en Jefe”, mientras que los menos afortunados para acercársele le prodigarían la señal internacional de “Ok” o cualquiera de las que a diario sus seguidores le hacen para demostrarle que están de acuerdo. Así, al final del día, sintiéndose victorioso ante la batalla de Los Magallanes de Catia, se sentiría revitalizado, poderoso e invencible y desde su trono en Miraflores, pediría que le llamaran a sus vasallos latinoamericanos para ver como iba el asunto de la mediación en Libia.

Cuando llegué a ese punto, mi atención se volcó sobre la inminente respuesta de Hugo Chávez al papel que la Coalición de países tendría en la situación de Libia. En un nuevo video, tal respuesta no se hizo esperar, solo que el lenguaje corporal del Presidemente no era el mismo al que nos ha acostumbrado durante todos estos años; en lugar de esto, sus palabras eran casi un lamento. Sus palabras destilaban el desaliento que le causaba el hecho de que su propuesta de diálogo hubiera resultado un estéril, aislado y débil susurro en el concierto mundial. El Alba y sus socios, demostró que no tiene audiencia más allá de los países que la conforman, pero lo más importante, que es lo que deprimió mucho al Presidemente este fin de semana, es que su maniobra para retardar cualquier acción sobre Libia y que le permitiera a Gaddafi aplastar a la oposición antes de que el mundo se le viniera encima, fracasó rotunda y escandalosamente. Tal maniobra, denominada “retardatriz” de acuerdo a los manuales militares americanos o “retardante” como se le denomina en los manuales del cono sur, está conceptualizada de la siguiente manera en la doctrina del Ejército venezolano como
“Una operación en la cual la fuerza que se encuentra bajo presión enemiga intercambia espacio por tiempo al retrasar el ímpetu operacional de su adversario e infligirle el daño máximo sin empeñarse decisivamente en combate. Una operación que se lleva a cabo generalmente cuando el comandante necesita tiempo para concentrar, conservar o retirar sus fuerzas; para establecer defensas en mayor profundidad; para economizar efectivos en un área; para cubrir a una unidad que se defiende o se repliega; para proteger el flanco de una unidad amiga; o para completar acciones ofensivas en otra parte. En una operación de este tipo, la destrucción de la fuerza enemiga pasa al segundo plano; ya que es más importante retrasar su avance para ganar tiempo”
Hugo Chávez no tiene excusa frente a la debacle Libia. Le quedó mal a Gaddafi y eso lo tendrá muy en cuenta su caterva de amigos orientales. Algún día, a ellos también les quedará mal, como le quedó a sus compañeros del Ejército del 4 de febrero de 1992. Hugo no es de fiar; de eso sabe mas que nadie la oposición venezolana y poco a poco lo irán aprendiendo sus aliados. El Presidemente venezolano es más circunstancial, como lo decía un antiguo jefe de mi época de Subteniente, que “promesas de meretriz”, cuando quería referirse a lo voluble de la gente y al mismo tiempo es increíblemente inepto.

El intento fue bien intencionado con su "pana del alma", su "hermano" Muammar, pero lo que quedó de él no es más que desconcierto, rabia, humillación y desesperación al ver que poco a poco sus paradigmas se van haciendo añicos, mientras que por el contrario, su gran enemigo, el “moribundo” Imperio anda de parranda con caja mortuoria y todo, resistiéndose a visitar la tumba que la imprudente lengua del Presidemente abre con cada una de las aperturas de su boca.

Con el fracaso de su operación retardatriz destinada a darle tiempo a Gaddafi para masacrar a su pueblo, Hugo Chávez sintió en su boca el mismo sabor que le quedaba cada vez que reprobaba una tras otra, las materias de su Curso de Estado Mayor en el Ejército. Que casualidad verdad? Su destino lo persigue, solo que ahora el mundo es testigo y esa historia no la podrá cambiar ni borrar, como lo ha hecho con los rotundos fracasos que antes de ser Presidemente adornaron su decepcionante vida militar.